lunes, 12 de noviembre de 2012

SAN PÍO X



EL PELIGRO DEL MODERNISMO

Una de las primeras medidas que tomo San Pío X fue la de neutralizar el peligro modernista. En síntesis, el Modernismo, cuyo principal representante fue Alfred Loisy (m. 1940), propugnaba un cristianismo en el que se divorciaban fe y razón, historia y revelación, el Cristo de la fe y el Jesús de la Historia. En este divorcio cristológico residía el verdadero peligro del modernismo.Poco nos importa lo que Jesús dijo e hizo durante su vida terrena, si hubo o no una intervención de Dios en el mundo, y por lo tanto milagros, resurrección y redención; lo que importa es el segundo objeto de una vivencia de credulidad tan incontrolable como desacreditada. En síntesis, se venía a decir que existía una discontinuidad entre Jesús y Cristo, entre el hombre y el mensaje, primando el segundo sobre el primero. El Cristianismo dejaba de ser una religión personal, encaminada al encuentro con el Verbo hecho carne, para convertirse en una idea, en el fruto de la experiencia personal de las primeras generaciones cristiana.
 
San Pío X vio el peligro que suponía esta teología que, amparándose en el legítimo estudio y desarrollo del dogma y la exégesis, provocaba escándalo entre los fieles y conducía a la indiferencia religiosa. Neutralizar este virus fue el principal objetivo del Papa Sarto, su timbre de gloria, pero también la piedra de toque, porque le valió la fama de intransigente y poco abierto al pensamiento moderno. Prueba de ello son las duras palabras que dedica en su encíclica
Pascendi
al Modernismo, al que tachó como "síntesis de todas las herejías”, y para asegurarse la enseñanza de la sana doctrina, exigió a todos los sacerdotes y profesores de teología el juramento llamado “antimodernista”, que contenía una profesión de fe y rechazo expreso de las principales tesis del modernismo, y que fue obligatorio hasta bien entrado el siglo XX.

Con estas medidas San Pío X se aseguraba que los sacerdotes y teólogos anunciaran la fe prístina de los Apóstoles sobre el Hijo de Dios, y asegurado esto, era preciso volver a poner a Cristo en el centro de la sociedad. Mucho luchó el Papa Sarto en este sentido, siguiendo las huellas de sus predecesores, a pesar del embate laicista de los poderes públicos de su tiempo. Alemania, Estados Unidos, España… fueron algunas de las naciones que más oposición mostraron a la labor de la Iglesia en la sociedad; en España, por ejemplo, eran los tiempos de la llamada “ley del candado”, que prohibía la instalación en suelo español de nuevas órdenes religiosas. Más problemático fue el caso francés: la acción social católica se había cristalizado en múltiples formas de asociación bajo León XIII, sin embargo, muchos de estos movimientos degeneraron en movimientos ajenos a los principios cristianos; este fue el caso de Le Sillon, un diario católico y social que degeneró en un movimiento aconfesional y que defendía principios ajenos a la Doctrina Social de la Iglesia. Con la misma contundencia que contra los modernistas, San Pío X condenó la orientación de este movimiento y exigió su retorno a los principios cristianos que lo habían fundado.

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