martes, 10 de mayo de 2011

Oración del Papa Clemente XI


Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con mas firmeza; espero en ti, pero ayúdame a esperar con mas confianza; te amo, Señor, pero ayúdame a amarte mas ardientemente; estoy arrepentido, pero ayúdame a tener mayor dolor.
Te adoro, Señor, porque eres mi creador y te anhelo porque eres mi ultimo fin; te alabo, porque no te cansas de hacerme el bien y me refugio en ti, porque eres mi protector.
Que tu sabiduría, Señor, me dirija y tu justicia me reprima; que tu misericordia me consuele y tu poder me defienda.
Te ofrezco, Señor, mis pensamientos para que se dirijan a ti, te ofrezco mis palabras para que hablen de ti; te ofrezco mis obras para que todo lo haga por ti; te ofrezco mis penas, para que las sufra por ti.
Todo aquello que quieres tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú, quiero como lo quieras tu y durante todo el tiempo que lo quieras tu.
Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que inflames mi voluntad, que purifiques mi corazón y santifiques mi alma.
Ayudame a apartarme de mis pasadas iniquidades, a rechazar las tentaciones futuras, a vencer mis inclinaciones al mal y a cultivar las virtudes necesarias.
Concedeme Dios de bondad amor a ti, odio a mi, celo por el projimo y desprecio a lo mundano.
Dame tu gracia para ser obediente, ser comprensivo, saber aconsejas a mis amigos y perdonar a mis enemigos
Que vensa la sensualidad con la mortificacion, con generosidad la avaricia, con bondad la ira, con fervor la tibieza.
Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor frente a los peligros, paciencia en las dificultades, humildad en la prosperidad.
Concédeme, Señor, atención al orar, responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos.
Ayúdame a conservar la pureza de mi alma, a ser modesto en mis actitudes, ejemplar en mis conversaciones y a llevar una vida ordenada.
Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para fomentar en mí tu vida de gracia, para cumplir tus mandamientos y obtener la salvación.
Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno, la grandeza de lo divino, la brevedad de esta vida y la eternidad de la futura.
Concédeme, Señor, una buena preparación para la muerte y un santo temor al juicio, para librarme del infierno y alcansar el paraiso.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

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