La Sagrada Forma no es solamente un signo o símbolo, sino que Dios está plenamente presente en el pan consagrado. La constante unión con Jesucristo en algunos casos da como gracia el vivir de la Eucaristía como alimento único: ‘No fue Moisés quien os dio el pan del Cielo; es mi Padre quien os da el verdadero pan del Cielo... Yo mismo soy el pan de Vida que viene del Cielo... el pan que os daré es mi Carne, para la Vida del mundo... porque mi Carne es el verdadero Alimento...’ (Juan 6,32; 6,51; 6,55).
Lamentablemente, muchos infravaloran el Tesoro que nos fue dejado y desconocemos la mayor parte de los casos a quienes el Camino de la Devoción llevó a vivir sin comer ni beber, solo tomando la Sagrada Hostia. Queremos resaltar aquí siete de estos casos; sus protagonistas (todas ellas mujeres) han demostrado con su vida que Dios es el Único y Verdadero Alimento. Esta es una Verdad que está por encima de todas las creencias.
IMELDA LAMBERTINI
Imelda tenía tan solo 11 años de edad cuando dejó su cuerpo en un amoroso estado de éxtasis místico tras recibir su Primera Comunión. Ella se encontraba en el convento preparándose para ser monja y la única cosa que verdaderamente deseaba era recibir la Comunión. Habiendo sido enviada al convento después de suplicar mucho a sus amados padres, era admirada por todos su piadosa devoción. La ley eclesiástica no permitía que ella recibiese la Sagrada Eucaristía, debido a su corta edad. Pero, en la vigilia de la Ascensión (12 de mayo de 1333), sus oraciones fueron finalmente atendidas.
Una hermosísima Hostia llena de Luz se hizo visible por encima de ella, que permanecía arrodillada en íntima oración. Terminada la Misa, todo el mundo había abandonado ya la iglesia, a excepción de la hermana sacristana; cuando esta vio aquella Luz sobre Imelda corrió aprisa en busca del sacerdote. Viendo el milagro, el sacerdote no tuvo más alternativa que dar a Imelda su Primera Comunión.
Inmediatamente, habiendo recibido al Señor, Imelda entró en éxtasis. Lo que sucedió a continuación solo Dios lo sabe. En el mismo altar donde ella había estado orando y donde había recibido a Cristo a la Eucaristía, rodeada de monjas y curiosos, Dios la tomó para llevarla consigo. Esta dulce niña amaba a Dios tan profundamente que su corazón fue llevado inmediatamente. Su cuerpo incorrupto se ha venido guardando en una iglesia de Bolonia (Italia) hasta el día de hoy.
CATALINA DE SIENA
Catalina Benincasa nació en Siena, en la fiesta de la Anunciación del año 1347, en el seno de la numerosa familia de un comerciante. A la edad de seis años tuvo una visión de Cristo en su trono de Gloria y a raíz de ello hizo voto secreto de entregar su vida a Dios. A los doce años, en respuesta a la insistencia de sus padres, Catalina les hizo saber que nunca contraería matrimonio y para confirmar su decisión cortó su hermosa y larga cabellera. Viendo que no cambiaba de actitud, la familia comenzó a tratarla como a una sirvienta, encargándole los más humillantes trabajos de la casa, de manera que no tuviese tiempo para retirarse a orar en soledad conforme acostumbraba. Catalina sobrellevaba todo esto con dulzura y paciencia, y Dios le mostró cómo construir una ‘celda interior’ donde estar a salvo de toda perturbación.
A los quince años es aceptada en una asociación de mujeres piadosas de Siena, perteneciente a la Orden Tercera de los Dominicos, que vivían según una estricta regla haciendo obras de caridad. Finalmente su padre le da permiso para seguir los dictados de su corazón, habilitando para ella una pequeña estancia en la cual vivió durante tres años en completa soledad. Comía muy poco y apenas dormía, solo hablaba con su confesor y no salía de su celda sino para acudir a la iglesia. Con frecuencia se veía asaltada por tentaciones que la hacían sufrir enormemente, hasta el día en que tuvo la visión de Jesús, acompañado de la Virgen María, quien, después de colocar en su dedo un anillo de esponsales (solo visible para ella) y prometerle eterna Amistad, le pidió que ayudara a los necesitados y diera consuelo a los afligidos. La Sabiduría Divina se manifestaba plenamente en ella, que no recibió instrucción alguna, incrementándose poco a poco el número de aquellos que consideraban como su madre espiritual a ella que había renunciado a la maternidad física.
Por ese tiempo la opinión pública acerca de Catalina estaba dividida; muchos sieneses la reverenciaban como a una santa, mientras que otros la llamaban fanática o la denunciaban por hipócrita. Por causa de ello, fue llamada a Florencia para comparecer en el capítulo general de los Dominicos. Todos los cargos contra ella fueron desestimados y poco después fue nombrado su confesor Raimundo de Capua. Entre ambos se estableció una dichosa amistad espiritual y en muchos aspectos el padre Raimundo puede considerarse discípulo de Catalina; más tarde se convertiría en su biógrafo.
Santa Catalina de Siena fue invitada por el mismo Jesús a beber su Preciosísima Sangre, la cual manaba de su costado. Tras beber de esta Divina Fuente, ella no necesitó comer o beber más. Durante los siete años previos a su fallecimiento, vivió no tomando sino a Nuestro Señor en la Eucaristía. Ella no tenía hambre, permaneciendo activa y fuerte. Después de la comunión diaria casi siempre quedaba en éxtasis, siendo muchos los que pudieron verla levitar. Cada día era mayor el número de conversiones y tres sacerdotes dominicos fueron designados exclusivamente para escuchar las confesiones de aquellos a quienes ella había persuadido para enmendar sus vidas.
En 1375 visita Pisa y estando ante el Crucificado, en la pequeña iglesia de Sta. Cristina, súbitamente salieron rayos de luz de las cinco heridas de Jesús que alcanzaron su cabeza, manos y pies, dejando en ellos estigmas que no fueron visibles para los demás sino hasta después de su muerte. Unos años después comienza a trabajar en su libro “Los Diálogos”, dictando a dos secretarios aquello que el Espíritu Santo le inspiraba. Sus intervenciones en el ámbito de la política no tuvieron otra finalidad que procurar la Paz entre Iglesia y Estado (en aquella época estrechamente vinculados) así como la Unidad de los católicos. Catalina alcanzó una posición muy notable para una mujer del medievo. Su Sabiduría dejó maravillados incluso a los más grandes teólogos. A petición del Papa, fue a vivir a Roma y es allí donde muere, el 29 de abril de 1380, con tan solo treinta y tres años. En 1461 fue canonizada y en 1970 Pablo VI la proclamó Doctora de la Iglesia. Su obra comprende, además del libro antes mencionado, cerca de cuatrocientas cartas de gran belleza literaria e inspirado contenido.
Según dejó expresado en su libro de los Diálogos, el pilar de su vida de acción y de contemplación fue este: ‘ Es necesario que la raíz del árbol , es decir la voluntad, se hunda en el conocimiento de sí ’ porque es justamente por medio de este conocimiento como el alma se une a su Creador. Su intimidad con Cristo y con María ha transpuesto la barrera de los siglos, así como su espíritu sin fronteras, su compromiso verdadero y su firmeza en la esperanza. Cuando el ser humano se convierte en un “instrumento de Dios” puede llegar a cambiar situaciones mundialmente insostenibles y convertir corazones aparentemente ciegos y egoístas.
MARTA ROBIN
Marta Robin nació el 13 de marzo de 1902, en Châteauneuf de Galaure (Francia). Sus padres eran propietarios de una modesta plantación de maíz. En 1903 la familia Robin hubo de pasar por la penosa experiencia de sufrir una epidemia de fiebre tifoidea. A resultas de ello, la salud de Marta quedó debilitada. Ello no le permitía acudir regularmente a la escuela, hasta que al fin ella dejó de ir para tomar parte en las labores de la casa y la granja. Desde su infancia, ella consideró a María como su Madre, amándola y rezándole como tal.
En 1918, Marta Robin sintió los primeros síntomas de la enfermedad que nunca más la abandonaría: una encefalitis. Se intentó todo para curarla. Para hacer frente a los gastos médicos, Marta Robin cosía y bordaba para unas cuantas personas que le hacían encargos. Tras diez años de lucha contra la enfermedad, por la Gracia de Dios, ella comprendió que su enfermedad y su sufrimiento serían el Camino que la llevara a la Unión con el Corazón de Jesús, el Redentor.
Con ayuda del padre Faure, Marta Robin fue adentrándose en una vida de silencio, entrega y oración. Su unión con Jesús llegó a ser tan íntima que cada viernes ella participaba de los sufrimientos de la Pasión, manifestándose en su cuerpo los estigmas. En 1929, la enfermedad entra en una segunda fase: Tetraplegia y parálisis del canal alimenticio. Contrariamente a lo que la ciencia afirma, continuó viviendo sin comer ni beber, solo tomando la Comunión diaria; así se mantuvo durante 52 años. La gente acudía a confiarle sus preocupaciones en familia, acompañados por sus hijos. Marta Robin amaba a los niños y hablaba al padre Faure acerca de la necesidad de crear una escuela, la cual se abrió en 1934. Este sería el comienzo de la importante labor que Dios deseaba poner en marcha.
El 10 de febrero de 1936, el encuentro entre Marta Robin y el padre Georges Finet, de la diócesis de Lyon, sería providencial para la fundación de los ‘Foyers’ de Luz, Caridad y Amor. En 1939, la enfermedad entra en una tercera fase, afectando la retina y causando la ceguera a Marta. Pero ella no se arredró y, después de la creación de dos ‘Foyers’ de Caridad, promovió la apertura de dos escuelas más. Los que la visitaban eran día a día más numerosos. Ella siempre intercedía por toda la gente del mundo.
Veinticinco años después de la fundación del primer ‘Foyer’ en Châteauneuf, 12 ‘Foyers’ de Caridad se habían fundado en Francia y Europa, y varios más en Africa, América y Asia. Cuanto más progresaba la Obra, tanto más progresaba Marta en el silencio interior, la renunciación y el total abandono a la Voluntad de Dios y su Misericordioso Amor. El 6 de febrero de 1981, ella expiró. Seis obispos y cerca de 7000 personas acudieron a los funerales. En el año 2002 llegaban a 73 los ‘Foyers’ de Caridad en todo el mundo.
“No hay que asombrarse de que yo pueda vivir en total ayuno. El cuerpo y la sangre de Cristo son mi alimento sobreabundante” .
ALEJANDRINA DA COSTA
Nació el 30 de marzo de 1904 en Balazar (Portugal), en el seno de una familia de campesinos muy piadosos. Alejandrina era alegre y espontánea, sin embargo desde muy niña aprendió a dominar sus miedos y acostumbraba a rezar con perseverancia y fervor. Ya antes de su Primera Comunión, a los siete años de edad, Alejandrina sentía un profundo amor por la Eucaristía, visitando el Santísimo con inusual frecuencia. Habiendo muerto su padre al poco de nacer ella y siendo su familia muy humilde, apenas pudo ir a la escuela. A los 9 años de edad fue enviada a trabajar en el campo; aunque el trabajo era duro y penoso, lo desempeñó durante tres años hasta el momento en que uno de los empleados intentó abusar de ella y fue llevada de regreso a su casa.
Al poco tiempo cayó seriamente enferma con fiebre tifoidea. Tras recuperarse en un sanatorio en la costa atlántica, volvió nuevamente a Balazar y trabajó como costurera junto con su hermana Deolinda. En 1918 tuvo lugar un acontecimiento que marcó su vida. El hombre que la acosó años atrás se presentó en su casa y, entrando por la fuerza, logró acorralarla mientras su hermana y otra joven conseguían escapar; detrás de ella había una ventana y, siendo esta la única salida posible, prefirió lanzarse por ella y exponerse a la muerte antes que ceder a las pretensiones de aquel desalmado. Alejandrina tenía tan solo catorce años.
A consecuencia de la caída, su columna vertebral quedó irreparablemente lastimada, progresando la lesión hasta que en 1924 (a los veinte años de edad) quedó definitivamente postrada en cama. Su familia se reunía todas las noches en torno a ella para rezar a la Santísima Virgen por su sanación. Poco a poco brotó de su piadosa alma el deseo de ofrecer a Jesús su sufrimiento por la reparación de los pecados del mundo.
Cuando comenzaron las apariciones de Fátima, en Balazar se organizó una peregrinación. Alejandrina quería sumarse a ella, pero el párroco y su médico se lo impidieron. Habiendo partido los peregrinos hacia su destino, Alejandrina cerró los ojos y comenzó a orar ofreciendo al Señor el sacrificio de su abandono y desolación. Estando su pensamiento puesto en el Santísimo Sacramento, inesperadamente tuvo una iluminación y entendió que Nuestro Señor también se encontraba prisionero en el tabernáculo. Este vínculo que acababa de establecerse entre ambos le permitió visitar a Jesús en espíritu y permanecer siempre en su Presencia, amándole incesantemente. No había podido ir a Fátima, pero la Virgen María le otorgó la Gracia de entender y vivir en la forma más perfecta sus Mensajes de Amor a la Eucaristía y Consagración a su Inmaculado Corazón.
Alejandrina experimentó numerosos éxtasis de la Pasión completa de Jesucristo, los cuales fueron filmados. Un día escuchó la voz del Señor que le decía: ‘No te alimentarás más con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será mi Sangre, tu vida será mi Vida... Quiero mostrarle al mundo entero el poder de la Eucaristía y el poder de mi Vida en las almas’ . Después de ello tuvo lugar su último éxtasis. Durante los últimos trece años de su vida, Alejandrina no comió ni bebió nada, alimentándose únicamente de la Eucaristía. Ello ha quedado reflejado en los numerosos exámenes médicos a que fue sometida.
Falleció el 13 de octubre de 1955. Poco antes de morir pidió ser enterrada mirando hacia el tabernáculo de la iglesia: ‘En vida siempre deseé estar unida a Jesús en el Santísimo Sacramento y mirar hacia el tabernáculo cuantas veces me fuera posible. Después de mi muerte quiero seguir contemplándole, teniendo por siempre mi mirada fija en Nuestro Señor Eucarístico’. El proceso de su beatificación fue abierto por el Arzobispo de Braga en 1973.
LUISA LATEAU
Su vida discurrió en Bois d’Haine (Bélgica). Su padre falleció al poco de nacer ella (en 1850) y a causa del sufrimiento padecido su madre permaneció en cama durante dieciocho meses. En esas circunstancias Luisa, que había contraído la enfermedad de su padre, carecía de los más elementales cuidados y sobrevivió gracias a algunos vecinos caritativos. Ya curada, la madre trabajaba durante el día para alimentar a la familia. Ella recibía solo un reducido salario y, durante años, ellos sufrieron hambre y frío viviendo en medio de una gran pobreza.
Al mismo tiempo, la madre de Luisa hablaba a sus hijas acerca de las bondades de Dios, que cuida de los pobres. Luisa nunca olvidaría estas primeras enseñanzas, que la impulsaron a entregarse al servicio de los más cercanos desde su infancia.
El día de su Primera Comunión fue muy importante para ella. Después de él, Luisa trabajó por varios años empleándose en granjas. Por aquellos tiempos, incluso mientras hacía su trabajo, a veces quedaba absorta en Dios. Amaba profundamente la Eucaristía y a Jesús crucificado, habiendo penetrado en los misterios del Amor infinito de Nuestro Señor. En 1866, una terrible epidemia de cólera se extendió por toda Bélgica. El abad Niels pidió ayuda a Luisa. Durante meses ella se entregó a atender a los enfermos, sin escatimar cuidados, y enterrar a los muertos incluso habiendo de transportarlos hasta el cementerio.
En la noche del 3 de enero de 1868 (primer viernes), estando en oración, un rayo de Luz marcó los estigmas en el corazón, pies y costado de Luisa. Estas manifestaciones se repitieron durante los siguientes viernes hasta que, a imitación de las heridas de Jesús, la sangre empezó a fluir, primero de su costado y después de sus pies y manos. Pronto aparecerían las heridas causadas por la corona de espinas y a partir de entonces Luisa ya no necesitó dormir más. Las noches pasadas en blanco no se le hacían largas, porque su profunda unión con Dios la llevaba a perder la noción del tiempo. Ella decía: ‘Gracias a Dios, las noches pasan como los días sin ser consciente de nada’.
Desde abril de 1871 ella dejó definitivamente de comer, porque vomitaba todo cuanto ingería; numerosos médicos fueron testigos de sus éxtasis y probaron el hecho de que no tomó comida alguna durante doce años. Lo único que toleraba era la Eucaristía y esta hacía brotar en ella tal Unión con Cristo que tan pronto como comulgaba el mundo exterior dejaba de existir para Luisa. A pesar del ayuno total, el insomnio y las pérdidas de sangre que no se veían reparadas mediante alimento, durante la semana (a excepción de los viernes) Luisa dividía su tiempo entre cuidar a los enfermos, ayudar a los necesitados, recibir a los visitantes y llevar a cabo las más penosas tareas de la casa para ayudar en todo lo posible a su madre y hermanas.
Desde enero de 1876 dejó de ser posible para Luisa acudir a la iglesia. En lo sucesivo guardaría reposo en casa, siéndole llevada la Comunión cada día. En 1879, se vió obligada a permanecer en cama y dejar de realizar esfuerzos. Aunque sus sufrimientos aumentaban progresivamente, Luisa solo dejaba de hablar a aquellos que iban a verla durante los éxtasis de los viernes y después de la Comunión. Dejó su cuerpo el 25 de agosto de 1883.
LUISA PICCARRETA
Luisa nació en Corato, al sur de Italia, el 23 de abril de 1865. A los 11 años de edad se hizo Hija de María. Quiso ser monja pero no la aceptaron. A los 13 años de edad tuvo inesperadamente la primera visión de Jesús con la Cruz a cuestas, a partir de la cual y para siempre, se encendió en Luisa un grandísimo deseo de compartir el padecimiento de Jesús por amor a El. A los 16 años tuvo una segunda visión de Jesús coronado de espinas, a partir de la cual ella aceptó plenamente la Voluntad de Dios. Pocos días después tuvo una tercera visión de Jesús en su Pasión, que la llevó a perder el conocimiento; cuando volvió en sí no era capaz de abrir la boca ni de tomar alimento, situación que se mantuvo durante dos o tres días y que poco tiempo después se convertiría en definitiva, viviendo el resto de su vida (64 años) solo de la Voluntad Divina, que junto con la Eucaristía era su único alimento.
Así comenzó una ‘enfermedad’ que ningún médico fue capaz de diagnosticar: permanecía todo el día sentada en su cama, sin apoyar la cabeza en la almohada ni para dormir. Cuando perdía el conocimiento quedaba como petrificada, en un estado del que ningún tratamiento médico era capaz de sacarla sino solo la bendición de un sacerdote; en una ocasión llegó a permanecer así hasta 25 días, ante la desesperación de su madre. En esos estados recibía visitas frecuentes de Jesús y de la Santísima Virgen, quedando fielmente reflejadas estas experiencias en los 36 volúmenes del ‘diario’ que comenzó a escribir en 1899 a petición de sus confesores.
Habiendo cursado solo estudios primarios, sus escritos (claros y sencillos) son de una profundidad teológica tal que la Iglesia decidió guardarlos en secreto hasta que el padre Aníbal obtuvo permiso para publicar parte de su obra. Dichos escritos, al igual que su vida, giran en torno a ‘vivir en y de la Voluntad Divina’ que es, según le dijera el propio Jesús, la vía por la cual vendrá a nosotros y al mundo el Reino de Dios. En 1900 Jesús la constituye como Pequeña Hija de la Divina Voluntad con quien comenzaba, en el silencio y en lo escondido, la Nueva Era de Gracia, el Reino de la Divina Voluntad en la tierra. El ‘Fiat’ (‘Hágase’) de la Virgen María es el ‘Todo’ para Luisa.
Luisa falleció el 4 de marzo de 1947. Contrariamente a lo habitual, el cuerpo de Luisa no quedó rígido sino tan flexible que sus miembros se podían doblar con suavidad, si bien en la misma posición de sentado en que había estado durante 64 años, motivo por el cual se encargó para ella un féretro especial. En 1994 dió inicio al proceso de su beatificación el arzobispo de la diócesis.
El padre Aníbal (beato) fue nombrado en 1910 director espiritual de Luisa en lo relacionado con sus escritos. La visitó con frecuencia y, en la intimidad de su trato, el conocimiento acerca de la Divina Voluntad que Luisa le transmitió fue decisivo en el curso de su propia vida espiritual. El padre Aníbal dijo acerca de ella: ‘Este Alma Solitaria es una virgen purísima, toda de Dios, objeto de singular predilección del Divino Redentor Jesús... parece que de ella, a quien nuestro Señor llama la más pequeña que ha encontrado en la tierra, desprovista de toda instrucción, ha querido convertirse en un instrumento apto para llevar a cabo una misión tan sublime que ninguna otra se le puede comparar, esto es, para el triunfo de la Divina Voluntad en la tierra’.
TERESA NEUMANN
Mención aparte merece el caso de Teresa Neumann, que fue estudiado en profundidad por numerosos científicos desde un punto de vista imparcial. Su biógrafo, Johannes Steiner, testigo privilegiado de los hechos, cuenta que desde las navidades de 1922, y debido a una parálisis de los músculos de deglución, Teresa Neumann sólo tomó alimento líquido; desde agosto de 1926, sólo tomaba una o dos cucharadas al día, ya que no sólo no experimentaba sensación alguna de hambre, sino que por el contrario sentía repugnancia hacia la comida y la bebida. Finalmente, a partir de las navidades de 1926 se negó a tomar cualquier alimento; sólo se le daban unas gotas de agua al recibir cada día la sagrada comunión. Y desde septiembre de 1927 el párroco Naber ni siquiera le dio ya esas gotas. Desde esa fecha hasta el final de su vida, es decir, a lo largo de 35 años, Teresa Neumann se mantuvo sin ningún alimento ni bebida alguna. Su única alimentación fue la sagrada comunión. Al mismo tiempo, cesaron por completo las evacuaciones urinarias e intestinales a partir de 1930.
A lo largo de su vida se mantuvo en su peso sin comer ni beber. Sólo los viernes de pasión perdía unos kilos (hasta 4) que recuperaba a lo largo de la semana siguiente. Resulta esclarecedor que durante el Tercer Reich se tuvo en cuenta el hecho de que Teresa Neumann no tomase alimentos, por lo que no se le otorgó ninguna cartilla de racionamiento durante II Guerra Mundial.
No obstante, la Comunión diaria era fundamental para su supervivencia. Si pasaba más de un día sin haber comulgado, ella entraba en un estado de inconsciencia del cual solo la sacaba tomar la Sagrada Comunión: ‘Estoy convencida de que vivo gracias a Jesús Sacramentado, quien está dentro de mí... hasta justo antes de la siguiente comunión. Una vez la sustancia del Sacramento se ha disuelto, yo me siento desmayar y tengo un enorme ansia, tanto física como espiritual, de recibir la Sagrada Comunión’. La adoración de Cristo en la Eucaristía, tal como Teresa mostró a través de su propia vida, es requerida para entender la Sagrada Comunión como un verdadero encuentro con Dios.
La gente tenía dudas acerca de que Teresa pudiera vivir sin comer, de modo que el obispo de Regensburg pidió que se expidiese un certificado médico que acreditara este fenómeno, en 1927. Teresa y su padre accedieron a que le fuera realizado un examen médico, el cual se llevó a cabo entre los días 14 y 28 de julio de 1927. El resultado fue hecho público por el profesor Ewald y las autoridades diocesanas: ellos confirmaron que en efecto Teresa estaba viviendo sin tomar comida alguna.
Entre el 7 y el 13 de julio de 1940 Teresa se vió obligada a guardar cama en la casa que la familia Wutz tenía en Eichstaett, tras sufrir un derrame cerebral, debido a lo cual la mitad de su cuerpo quedó paralizada. Ella dependía enteramente de los demás. Por indicación del obispo Michael Rackl, se la mantuvo bajo el más estricto control médico durante ese tiempo. Los partes dados bajo juramento por todos los miembros del comité de observación (doctores en medicina, profesores de universidad y numerosos testigos de los acontecimientos), probaron una vez más que Teresa verdaderamente vivía sin tomar ningún alimento.
Teresa Neumann (8 abril 1898 – 18 septiembre 1962) fue curada de graves enfermedades en varias ocasiones por la intercesión de Santa Teresa de Lisieux, aunque en algunos casos desde un punto de vista médico no hubiera recuperación posible. Además del hecho de que ella viviera durante décadas solo recibiendo la Sagrada Comunión regularmente, en su vida se dieron otros fenómenos: la experiencia de acontecimientos religiosos del pasado a través de sus visiones, la interpretación de las palabras que había oído en una visión en su lengua original, los Estigmas, la capacidad para dar consejo y dirección espiritual. Aunque dichos fenómenos no pueden ser científicamente explicados y ello los hace difíciles de comprender para algunas personas, la vida de Teresa da testimonio de la acción de Dios en el mundo no solo para los creyentes sino también para todos aquellos que llegaron a conocer su situación más de cerca.