El 19 de Septiembre de 1846, en las montañas de este pequeño pueblo cercano a Grenoble, Francia; a las 6 de la mañana, se apareció Nuestra Señora a dos pastorcitos. Por instrucciones de la misma Madre de Dios, el secreto que entonces les confió debía permanecer oculto hasta 1858.
Esta es una de las apariciones más trascendentales de todos los tiempos, sobre todo porque la Virgen nos habla – con mucha anticipación – de cómo la apostasía iría asumiendo carta de naturalización tanto en el mundo como en la Iglesia, todo ello como abono necesario para la manifestación del último Anticristo. Veremos cómo el Cielo prácticamente nos anuncia todo.
Contexto Histórico
La Revolución Francesa trajo consigo el hundimiento de la sociedad y de la Monarquía Francesa. Pero no se trató de una revolución, fue también una gran masacre; hoy se le llamaría genocidio. Sus víctimas no fueron sólo los miembros del antiguo régimen, sino los propios revolucionarios. Y, para colmo, luego vinieron las guerras napoleónicas; más que conquistas territoriales o desgracias materiales, lo que acarrearon fue la extensión del virus revolucionario - y de la inestabilidad que conllevaba - a toda Europa. La orgía de sangre se extendió desde Moscú a Lisboa sin ahorrar Estado o Nación alguna. Al iniciarse el segundo tercio del siglo XIX, Europa entera afrontaba una difícil situación. No se trataba sólo de que las ideas emergentes, liberales, tenían un modelo de sociedad distinto al antiguo régimen, sino que, en la medida en que éste estaba identificado con la Iglesia, eran ideas anticlericales.
El impulso de las revoluciones liberales fue la masonería. Pronto iglesias y conventos de toda Europa fueron objetivos privilegiados de los revolucionarios. Los continuos progresos y desmanes de los revolucionarios llevaron a la cristiandad a un clima de desmoralización y abatimiento. Justo en ese momento se inician las modernas Apariciones Marianas alcanzando tal intensidad que, en rigor, Pío XII pudo decir que el siglo XIX fue "el siglo de oro de María". Juan XXIII, por su parte, encuentra en esta época el inicio de lo que llama "la Era Mariana".
Fue en Francia, el país sin duda más afectado por los procesos revolucionarios de finales del siglo XVIII y del siglo XIX, donde se produjeron cuatro grandes apariciones marianas reconocidas por la Iglesia. Estas Apariciones fueron: La Virgen de la Medalla Milagrosa, en la rue du Bac de París, en 1830; posteriormente la que a continuación explicaremos: La Salette en 1846; la de Lourdes en 1858 y la de Pontmain en 1871.
En los cuatro episodios, los niños (o adolescentes) fueron sus protagonistas. Y, aunque los mensajes volcados en el curso de las apariciones fueron muy distintos, en realidad, lo que hacen es preparar el camino para el gran misterio mariano del siglo XX: las apariciones de Fátima y éstas, a su vez, tienen su prolongación en las apariciones no reconocidas aún de Garabaldal, aunque en realidad de momento no importa mucho.
Postura Inicial de la Iglesia
El 19 de septiembre de 1851, Mons. Filiberto de Bruillard, Obispo de Grenoble, publica la siguiente carta pastoral. He aquí el párrafo esencial:
"Juzgamos que la aparición de la Santísima Virgen a dos pastores, el 19 de septiembre de 1846, en una montaña de la cadena de los Alpes, situada en la parroquia de La Salette, del arciprestazgo de Corps, contiene en sí todas las características de la verdad, y que los fieles tienen fundamento para creer como indudable y cierta". Aumenta la certeza el concurso inmenso y espontáneo (de gente) al lugar de la aparición, así como multitud de prodigios, de los cuales es imposible dudar sin ir contra las reglas del testimonio humano. (...) Por tanto prohibimos a los fieles y sacerdotes de nuestra Diócesis hablar públicamente o escribir en contra del hecho que hoy proclamamos.»
La resonancia de esta carta pastoral es considerable. Numerosos obispos la hacen leer en las parroquias de sus diócesis. La prensa se hace eco en favor o en contra. Es traducida a numerosas lenguas y aparece notoriamente en L´Osservatore Romano el 4 de junio de 1852. Cartas de felicitación afluyen al Obispo de Grenoble. La experiencia y el sentido pastoral de Mons. Filiberto de Bruillard no se detienen aquí. El 1 de mayo de 1852 publica una nueva carta pastoral anunciando la construcción de un Santuario sobre la montaña de La Salette y la creación de un cuerpo de misioneros diocesanos que él denomina "los misioneros de Nuestra Señora de La Salette".
El 24 de agosto de 1852, Su Santidad Pío IX, concedió que fuera privilegiado el Altar Mayor del templo de La Salette; el 7 de septiembre fundó la Asociación de Nuestra Señora Reconciliadora de La Salette. El 19 de septiembre de 1855, Mons. Ginoulhiac, nuevo Obispo de Grenoble, resumía así la situación: "La misión de los pastores ha terminado, comienza la de la Iglesia". Hoy son innumerables los hombres y mujeres de todas las razas y de todos los países que han encontrado en el mensaje de La Salette el camino de la conversión, la profundización de su fe, el dinamismo para su vida cotidiana, las razones de su compromiso con y en Cristo al servicio de los hombres.
León XIII elevó el santuario al rango de Basílica y decretó la coronación canónica de "Nuestra Señora de La Salette", efectuada por el Cardenal de París, el día 21 de Agosto de 1879.
Joseph F. Cleary, Obispo Auxiliar de Birmingham escribe en la Semana de Pascua, 1981, como Prefacio al libro Sister Mary of the Cross, The Shepherdess of La Salette (Hermana María de la Cruz, la Pastora de La Salette):
“En la parroquia de La Salette en la diócesis de Grenoble, Nuestra Bendita Señora apareció a dos niños analfabetos: Melanie Calvat de 14 años y Maximino Giraud de 11, el 19 de Septiembre de 1846.
“En los tiempos de la Aparición, Francia había sufrido una revolución de orden político seguida por una revuelta contra Dios y la Iglesia. Incluso en las zonas rurales de Francia poca gente se preocupaba por ir a Misa los domingos. Uno sólo tiene que leer la vida del Santo Juan María Vianney, Cura de Ars, para darse cuenta de la situación espiritual de la gente.
“Nuestra Señora habló a los dos niños en La Salette sobre demonios que amenazaban a su gente especialmente a causa de la blasfemia y de la profanación del domingo.
“Después de cinco años de un cuidadoso examen de los hechos, la Iglesia autorizó el Culto de Nuestra Señora de La Salette en 1851. [Una imponente y magnífica Basílica Menor fue construida en el lugar.]
Posterior Rechazo a Melania y al Mensaje
Un comentario que resulta por demás indicativo de lo que significó la divulgación de este Secreto, que hoy día incluso se ha llegado al extremo de negar su existencia, es lo que se publicó en el L'Osservatore Romano el 25 de Diciembre de 1904: Melania reveló su Secreto en el momento en que le fue indicado, aunque ella sabía que tal acción volvería contra ella la ira de aquellos que habiendo perdido todo sentido de moralidad estaban ligados al carro de la secta Masónica.
Sobre la "Montaña Santa", tal como Melania solía llamar al lugar donde se le apareció la Virgen, se edificó un majestuoso Santuario que aún hoy recibe a buen número de peregrinos. Una comunidad de sacerdotes y religiosas de los Padres Saletinos regentan los lugares. Las aprobaciones de la Santa Sede fueron sucesivamente confirmadas por Pío IX, León XIII y Pío X. Pero en la actualidad, la Jerarquía Católica tiende a reconocer sólo la primera parte del mensaje que fue público desde el principio: el enfado de Dios con su pueblo por la impiedad y la blasfemia de que hace gala y por la violación del Domingo. Los propios padres Saletinos suelen negar el Secreto de la Salette y suelen contrariarse si se les recuerda el resto.
Como era de esperar, por su contenido acusatorio contra la jerarquía, el mensaje de La Salette fue recibido hostilmente por una parte del clero. Muchas autoridades eclesiásticas consideraron blasfemas las palabras de Melania. "Dos o tres obispos franceses que, con o sin razón, se creyeron señalados en los reproches medicinales de la Sede de la Sabiduría, la Virgen sin mancha... solicitaban al cardenal Caterini de retirar la circulación de ese escandaloso folleto". Esos mismos obispos amenazaron con no enviar más el óbolo de San Pedro correspondiente a sus diócesis, a menos que se retirara el folleto publicado en Lecce sobre el Secreto y se le incluyera en el índice. León XIII dudó. Melania, siguiendo instrucciones de la Virgen sometió la Regla de la Orden de la Madre de Dios para ser examinada por el cardenal Ferrieri; pero a las pocas semanas, el Obispo de Grenoble, Monseñor Fava, presentó al mismo cardenal otra regla para los Padres de La Salette. Melania lo tomó como una afrente no hacia ella, sino a las indicaciones de la Virgen. León XIII llamó a Roma a Melania y nombró una comisión para decidir sobre los asuntos de La Salette; Melania y Monseñor Fava participaron de las tareas de esta comisión. Finalmente, se aprobó la Regla de Melania, pero Monseñor Fava no aceptó la resolución: "Eminencia, no aceptaré la Regla de Melania hasta tanto que la Iglesia pruebe que ella viene de la Santísima Virgen". Pero Leon XIII decidió utilizar la tolerancia hacia la facción opuesta: "Quizás el tiempo y la meditación podrán ablandar los espíritus", dijo. No fue así, la oposición a Melania y a su Regla crecieron incluso dentro de los Padres de la Salette. Monseñor Ginoulhiac, de la Diócesis de Grenoble, llegó a afirmar que Melania se había vuelto loca. Por azares del destino, el propio Ginoulhiac perdió el juicio y murió loco. Los defensores de la causa de Melania afirman aún hoy que no fue el único opositor que tuvo un final trágico. Se dudaba que la Regla que defendía Melania fuera dictada por la Virgen. Ella defendía la inspiración sobrenatural de su regla: "Estoy dispuesta con la gracia divina a certificar con mi sangre que fue la Santísima Virgen que me dictó esta Santa Regla, palabra por palabra". Sin embargo, la oposición no cesó y con ella la ruptura irreparable de las dos opciones; la de Melania se fue apagando poco a poco; jamás pudo poner en marcha su Regla y los apoyos empezaron a escasear. La "pastora de La Salette" -tal como solía firmar sus cartas- jamás perdió la esperanza: "Vendrá un día en que la dulce Virgen María triunfará y en el momento menos pensado", escribió en 1879.
El Secreto
Mientras que la Santísima Virgen le revelaba a Melania el Secreto, la niña podía ver los eventos que le eran narrados. En varias ocasiones el Cristo crucificado que colgaba del cuello de Nuestra Señora de La Salette también le hablaba a Melania. Como caso particular y providencial, el Secreto de La Salette es el único que tiene Imprimatur, en este caso del Obispo de Lecce. El mismo fue dado a conocer en su texto completo en 1922 por parte del Maestro del Sagrado Palacio y Asistente Perpetuo de la Congregación del Santo Oficio, Reverendo Padre Lepidi, O.P.
Una característica de este largo Secreto es que el mismo no parece haber sido transmitido cronológicamente o en orden sucesivo, sino que en esta manifestación de la Virgen, el Secreto fue narrado al "estilo cíclico", característica ésta del Apocalipsis de Juan; es decir, sobre un mismo fondo, en este caso el Final de los Tiempos, la Santísima Virgen va narrando diversas visiones que concluyen con el reinado del Anticristo, su caída y el correspondiente triunfo de Cristo, pero dichas visiones arrancan de diversos ángulos, ya políticos, religiosos, sociales o naturales. De esta forma, el lector encontrará que se repiten diversas visiones pero que al mismo tiempo son narradas desde distintos ángulos.
Un último comentario. Cuando en la audiencia privada del 20 de Enero de 1982 le presentaron a Juan Pablo II una documentación sobre el mensaje de La Salette, Su Santidad comentó: "Estamos en el corazón de las profecías" (L´Impartial, N. 2, 1982).
El Texto
Dijo La Virgen:
"Melania: Esto que yo te voy a decir ahora no será siempre secreto; puedes publicarlo en 1858..."
"... los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el Demonio ha oscurecido sus inteligencias, se han convertido en estrellas errantes que el viejo Diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer..."
Desde hace 160 años la Santísima Virgen advertía y profetizaba la nube negra de apostasía que poco a poco iría penetrando en la Iglesia, adquiriendo mayor dramatismo en el anuncio pronunciado en Fátima 70 años después: "Satanás alcanzará las altas cimas de la Iglesia..."
"Dios permitirá a la antigua serpiente poner divisiones entre los soberanos, en todas las sociedades y en todas las familias. Se sufrirán penas físicas y morales..."
El egoísmo entre los hombres ha llevado a una sociedad que cada vez más se deteriora en el ámbito social, político, familiar, cultural, moral, religioso y aún científico. Hoy se viven las consecuencias a través de las múltiples calamidades y desastres que de todo tipo azotan a la humanidad.
"Los libros malos abundarán en la Tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios y obtendrán un poder extraordinario sobre la naturaleza. Habrá iglesias para servir a esos espíritus..."
Nunca como ahora las falsas filosofías se diseminan por todas partes. Errores teológicos, morales, religiosos, bíblicos, históricos son parte ya de la cultura de la post-modernidad y han sumergido al hombre en una profunda indiferencia a las cosas de Dios. La Verdad Absoluta ya no existe. Todo es relativismo, subjetivismo, búsqueda del placer y bienestar mediante falsos caminos y nuevas creencias "fundamentadas" en conocimientos esotéricos, ocultistas, orientales, psicológicos y naturalistas, donde la Gracia de Dios no tiene cabida. Por eso, en medio de falsos milagros y aparentes prodigios, Dios "permite un poder engañoso para que sean condenados aquellos que no creyendo en la Verdad, se complacen en la iniquidad" (II Tes 2, 11-12).
"El vicario de Mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Ésta será la hora de las tinieblas. La Iglesia tendrá una crisis espantosa... El Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin poder poner fin a sus días; pero ni él ni su sucesor verán el triunfo de la Iglesia de Dios..."
Este es el Papa escogido por el Cielo para preparar a la Iglesia al futuro encuentro con Cristo que se hará realidad en su ya próxima Parusía. Por eso el poder de las tinieblas arrecia con fuerza contra la figura del Papa, contra su doctrina establecida y contra la Iglesia fundada por Cristo. Pero la peor crisis de la Iglesia está por venir. El peor cisma de la Iglesia se avecina. Habrá un enfrentamiento de dos Papas. La vida del Papa correrá peligro y se verá obligado a abandonar Roma sobre los cadáveres de sus sacerdotes. Al final sufrirá el martirio de sangre. Estamos en el comienzo de los dolores de parto.
"Dado el olvido de la santa fe en Dios, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes... no se verán más que homicidios, odios, envidia, mentira y discordia sin amor por la patria y por la familia..."
La peor crisis en la vida del hombre en la Tierra y dentro de la historia de la Iglesia se está viviendo ahora. No se trata solo del aumento del mal en su universalidad y gravedad, sino que ahora al mal se le llama bien, se le legaliza, se le entroniza, se le venera como el bien más apetecible. Ya no es el amor de Cristo en la cruz como expresión de suprema negación lo que impera en la humanidad de hoy. Es el amor del hombre a sí mismo como suprema medida. Un amor horizontal, sin Dios. Un amor filantrópico, altruista. Un amor sin Cruz. Un amor sin sacrificio. Un amor sin renuncia. En una palabra: el amor que profesará el Anticristo.
"Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso, para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios..."
El estado moderno se ha empeñado en hacerle la guerra a Dios, a Cristo, a todo lo que huela a Iglesia Católica. Hoy en día existe ya la filosofía del Anticristo, solo falta que aparezca en persona para que legalice un nuevo orden ocultista y totalitario que mediante engaños y aparentes prodigios desate la peor persecución que los siglos han conocido.
"Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo..."
Estamos a las puertas de que una mala mujer, "una prostituta que fornica con los reyes de la tierra" (Apoc 17) se instale oficialmente en la ciudad de las 7 colinas: Roma. Será la Iglesia falsa del final de los tiempos y que dará asiento a un falso profeta, un falso Papa, porque la verdadera Iglesia, la Iglesia fiel a Cristo y a María Santísima, la Iglesia de la Eucaristía, habrá huido al desierto (Apoc 12).
Luis Eduardo López Padilla
Esta es una de las apariciones más trascendentales de todos los tiempos, sobre todo porque la Virgen nos habla – con mucha anticipación – de cómo la apostasía iría asumiendo carta de naturalización tanto en el mundo como en la Iglesia, todo ello como abono necesario para la manifestación del último Anticristo. Veremos cómo el Cielo prácticamente nos anuncia todo.
Contexto Histórico
La Revolución Francesa trajo consigo el hundimiento de la sociedad y de la Monarquía Francesa. Pero no se trató de una revolución, fue también una gran masacre; hoy se le llamaría genocidio. Sus víctimas no fueron sólo los miembros del antiguo régimen, sino los propios revolucionarios. Y, para colmo, luego vinieron las guerras napoleónicas; más que conquistas territoriales o desgracias materiales, lo que acarrearon fue la extensión del virus revolucionario - y de la inestabilidad que conllevaba - a toda Europa. La orgía de sangre se extendió desde Moscú a Lisboa sin ahorrar Estado o Nación alguna. Al iniciarse el segundo tercio del siglo XIX, Europa entera afrontaba una difícil situación. No se trataba sólo de que las ideas emergentes, liberales, tenían un modelo de sociedad distinto al antiguo régimen, sino que, en la medida en que éste estaba identificado con la Iglesia, eran ideas anticlericales.
El impulso de las revoluciones liberales fue la masonería. Pronto iglesias y conventos de toda Europa fueron objetivos privilegiados de los revolucionarios. Los continuos progresos y desmanes de los revolucionarios llevaron a la cristiandad a un clima de desmoralización y abatimiento. Justo en ese momento se inician las modernas Apariciones Marianas alcanzando tal intensidad que, en rigor, Pío XII pudo decir que el siglo XIX fue "el siglo de oro de María". Juan XXIII, por su parte, encuentra en esta época el inicio de lo que llama "la Era Mariana".
Fue en Francia, el país sin duda más afectado por los procesos revolucionarios de finales del siglo XVIII y del siglo XIX, donde se produjeron cuatro grandes apariciones marianas reconocidas por la Iglesia. Estas Apariciones fueron: La Virgen de la Medalla Milagrosa, en la rue du Bac de París, en 1830; posteriormente la que a continuación explicaremos: La Salette en 1846; la de Lourdes en 1858 y la de Pontmain en 1871.
En los cuatro episodios, los niños (o adolescentes) fueron sus protagonistas. Y, aunque los mensajes volcados en el curso de las apariciones fueron muy distintos, en realidad, lo que hacen es preparar el camino para el gran misterio mariano del siglo XX: las apariciones de Fátima y éstas, a su vez, tienen su prolongación en las apariciones no reconocidas aún de Garabaldal, aunque en realidad de momento no importa mucho.
Postura Inicial de la Iglesia
El 19 de septiembre de 1851, Mons. Filiberto de Bruillard, Obispo de Grenoble, publica la siguiente carta pastoral. He aquí el párrafo esencial:
"Juzgamos que la aparición de la Santísima Virgen a dos pastores, el 19 de septiembre de 1846, en una montaña de la cadena de los Alpes, situada en la parroquia de La Salette, del arciprestazgo de Corps, contiene en sí todas las características de la verdad, y que los fieles tienen fundamento para creer como indudable y cierta". Aumenta la certeza el concurso inmenso y espontáneo (de gente) al lugar de la aparición, así como multitud de prodigios, de los cuales es imposible dudar sin ir contra las reglas del testimonio humano. (...) Por tanto prohibimos a los fieles y sacerdotes de nuestra Diócesis hablar públicamente o escribir en contra del hecho que hoy proclamamos.»
La resonancia de esta carta pastoral es considerable. Numerosos obispos la hacen leer en las parroquias de sus diócesis. La prensa se hace eco en favor o en contra. Es traducida a numerosas lenguas y aparece notoriamente en L´Osservatore Romano el 4 de junio de 1852. Cartas de felicitación afluyen al Obispo de Grenoble. La experiencia y el sentido pastoral de Mons. Filiberto de Bruillard no se detienen aquí. El 1 de mayo de 1852 publica una nueva carta pastoral anunciando la construcción de un Santuario sobre la montaña de La Salette y la creación de un cuerpo de misioneros diocesanos que él denomina "los misioneros de Nuestra Señora de La Salette".
El 24 de agosto de 1852, Su Santidad Pío IX, concedió que fuera privilegiado el Altar Mayor del templo de La Salette; el 7 de septiembre fundó la Asociación de Nuestra Señora Reconciliadora de La Salette. El 19 de septiembre de 1855, Mons. Ginoulhiac, nuevo Obispo de Grenoble, resumía así la situación: "La misión de los pastores ha terminado, comienza la de la Iglesia". Hoy son innumerables los hombres y mujeres de todas las razas y de todos los países que han encontrado en el mensaje de La Salette el camino de la conversión, la profundización de su fe, el dinamismo para su vida cotidiana, las razones de su compromiso con y en Cristo al servicio de los hombres.
León XIII elevó el santuario al rango de Basílica y decretó la coronación canónica de "Nuestra Señora de La Salette", efectuada por el Cardenal de París, el día 21 de Agosto de 1879.
Joseph F. Cleary, Obispo Auxiliar de Birmingham escribe en la Semana de Pascua, 1981, como Prefacio al libro Sister Mary of the Cross, The Shepherdess of La Salette (Hermana María de la Cruz, la Pastora de La Salette):
“En la parroquia de La Salette en la diócesis de Grenoble, Nuestra Bendita Señora apareció a dos niños analfabetos: Melanie Calvat de 14 años y Maximino Giraud de 11, el 19 de Septiembre de 1846.
“En los tiempos de la Aparición, Francia había sufrido una revolución de orden político seguida por una revuelta contra Dios y la Iglesia. Incluso en las zonas rurales de Francia poca gente se preocupaba por ir a Misa los domingos. Uno sólo tiene que leer la vida del Santo Juan María Vianney, Cura de Ars, para darse cuenta de la situación espiritual de la gente.
“Nuestra Señora habló a los dos niños en La Salette sobre demonios que amenazaban a su gente especialmente a causa de la blasfemia y de la profanación del domingo.
“Después de cinco años de un cuidadoso examen de los hechos, la Iglesia autorizó el Culto de Nuestra Señora de La Salette en 1851. [Una imponente y magnífica Basílica Menor fue construida en el lugar.]
Posterior Rechazo a Melania y al Mensaje
Un comentario que resulta por demás indicativo de lo que significó la divulgación de este Secreto, que hoy día incluso se ha llegado al extremo de negar su existencia, es lo que se publicó en el L'Osservatore Romano el 25 de Diciembre de 1904: Melania reveló su Secreto en el momento en que le fue indicado, aunque ella sabía que tal acción volvería contra ella la ira de aquellos que habiendo perdido todo sentido de moralidad estaban ligados al carro de la secta Masónica.
Sobre la "Montaña Santa", tal como Melania solía llamar al lugar donde se le apareció la Virgen, se edificó un majestuoso Santuario que aún hoy recibe a buen número de peregrinos. Una comunidad de sacerdotes y religiosas de los Padres Saletinos regentan los lugares. Las aprobaciones de la Santa Sede fueron sucesivamente confirmadas por Pío IX, León XIII y Pío X. Pero en la actualidad, la Jerarquía Católica tiende a reconocer sólo la primera parte del mensaje que fue público desde el principio: el enfado de Dios con su pueblo por la impiedad y la blasfemia de que hace gala y por la violación del Domingo. Los propios padres Saletinos suelen negar el Secreto de la Salette y suelen contrariarse si se les recuerda el resto.
Como era de esperar, por su contenido acusatorio contra la jerarquía, el mensaje de La Salette fue recibido hostilmente por una parte del clero. Muchas autoridades eclesiásticas consideraron blasfemas las palabras de Melania. "Dos o tres obispos franceses que, con o sin razón, se creyeron señalados en los reproches medicinales de la Sede de la Sabiduría, la Virgen sin mancha... solicitaban al cardenal Caterini de retirar la circulación de ese escandaloso folleto". Esos mismos obispos amenazaron con no enviar más el óbolo de San Pedro correspondiente a sus diócesis, a menos que se retirara el folleto publicado en Lecce sobre el Secreto y se le incluyera en el índice. León XIII dudó. Melania, siguiendo instrucciones de la Virgen sometió la Regla de la Orden de la Madre de Dios para ser examinada por el cardenal Ferrieri; pero a las pocas semanas, el Obispo de Grenoble, Monseñor Fava, presentó al mismo cardenal otra regla para los Padres de La Salette. Melania lo tomó como una afrente no hacia ella, sino a las indicaciones de la Virgen. León XIII llamó a Roma a Melania y nombró una comisión para decidir sobre los asuntos de La Salette; Melania y Monseñor Fava participaron de las tareas de esta comisión. Finalmente, se aprobó la Regla de Melania, pero Monseñor Fava no aceptó la resolución: "Eminencia, no aceptaré la Regla de Melania hasta tanto que la Iglesia pruebe que ella viene de la Santísima Virgen". Pero Leon XIII decidió utilizar la tolerancia hacia la facción opuesta: "Quizás el tiempo y la meditación podrán ablandar los espíritus", dijo. No fue así, la oposición a Melania y a su Regla crecieron incluso dentro de los Padres de la Salette. Monseñor Ginoulhiac, de la Diócesis de Grenoble, llegó a afirmar que Melania se había vuelto loca. Por azares del destino, el propio Ginoulhiac perdió el juicio y murió loco. Los defensores de la causa de Melania afirman aún hoy que no fue el único opositor que tuvo un final trágico. Se dudaba que la Regla que defendía Melania fuera dictada por la Virgen. Ella defendía la inspiración sobrenatural de su regla: "Estoy dispuesta con la gracia divina a certificar con mi sangre que fue la Santísima Virgen que me dictó esta Santa Regla, palabra por palabra". Sin embargo, la oposición no cesó y con ella la ruptura irreparable de las dos opciones; la de Melania se fue apagando poco a poco; jamás pudo poner en marcha su Regla y los apoyos empezaron a escasear. La "pastora de La Salette" -tal como solía firmar sus cartas- jamás perdió la esperanza: "Vendrá un día en que la dulce Virgen María triunfará y en el momento menos pensado", escribió en 1879.
El Secreto
Mientras que la Santísima Virgen le revelaba a Melania el Secreto, la niña podía ver los eventos que le eran narrados. En varias ocasiones el Cristo crucificado que colgaba del cuello de Nuestra Señora de La Salette también le hablaba a Melania. Como caso particular y providencial, el Secreto de La Salette es el único que tiene Imprimatur, en este caso del Obispo de Lecce. El mismo fue dado a conocer en su texto completo en 1922 por parte del Maestro del Sagrado Palacio y Asistente Perpetuo de la Congregación del Santo Oficio, Reverendo Padre Lepidi, O.P.
Una característica de este largo Secreto es que el mismo no parece haber sido transmitido cronológicamente o en orden sucesivo, sino que en esta manifestación de la Virgen, el Secreto fue narrado al "estilo cíclico", característica ésta del Apocalipsis de Juan; es decir, sobre un mismo fondo, en este caso el Final de los Tiempos, la Santísima Virgen va narrando diversas visiones que concluyen con el reinado del Anticristo, su caída y el correspondiente triunfo de Cristo, pero dichas visiones arrancan de diversos ángulos, ya políticos, religiosos, sociales o naturales. De esta forma, el lector encontrará que se repiten diversas visiones pero que al mismo tiempo son narradas desde distintos ángulos.
Un último comentario. Cuando en la audiencia privada del 20 de Enero de 1982 le presentaron a Juan Pablo II una documentación sobre el mensaje de La Salette, Su Santidad comentó: "Estamos en el corazón de las profecías" (L´Impartial, N. 2, 1982).
El Texto
Dijo La Virgen:
"Melania: Esto que yo te voy a decir ahora no será siempre secreto; puedes publicarlo en 1858..."
"... los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el Demonio ha oscurecido sus inteligencias, se han convertido en estrellas errantes que el viejo Diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer..."
Desde hace 160 años la Santísima Virgen advertía y profetizaba la nube negra de apostasía que poco a poco iría penetrando en la Iglesia, adquiriendo mayor dramatismo en el anuncio pronunciado en Fátima 70 años después: "Satanás alcanzará las altas cimas de la Iglesia..."
"Dios permitirá a la antigua serpiente poner divisiones entre los soberanos, en todas las sociedades y en todas las familias. Se sufrirán penas físicas y morales..."
El egoísmo entre los hombres ha llevado a una sociedad que cada vez más se deteriora en el ámbito social, político, familiar, cultural, moral, religioso y aún científico. Hoy se viven las consecuencias a través de las múltiples calamidades y desastres que de todo tipo azotan a la humanidad.
"Los libros malos abundarán en la Tierra y los espíritus de las tinieblas extenderán por todas partes un relajamiento universal en todo lo relativo al servicio de Dios y obtendrán un poder extraordinario sobre la naturaleza. Habrá iglesias para servir a esos espíritus..."
Nunca como ahora las falsas filosofías se diseminan por todas partes. Errores teológicos, morales, religiosos, bíblicos, históricos son parte ya de la cultura de la post-modernidad y han sumergido al hombre en una profunda indiferencia a las cosas de Dios. La Verdad Absoluta ya no existe. Todo es relativismo, subjetivismo, búsqueda del placer y bienestar mediante falsos caminos y nuevas creencias "fundamentadas" en conocimientos esotéricos, ocultistas, orientales, psicológicos y naturalistas, donde la Gracia de Dios no tiene cabida. Por eso, en medio de falsos milagros y aparentes prodigios, Dios "permite un poder engañoso para que sean condenados aquellos que no creyendo en la Verdad, se complacen en la iniquidad" (II Tes 2, 11-12).
"El vicario de Mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Ésta será la hora de las tinieblas. La Iglesia tendrá una crisis espantosa... El Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin poder poner fin a sus días; pero ni él ni su sucesor verán el triunfo de la Iglesia de Dios..."
Este es el Papa escogido por el Cielo para preparar a la Iglesia al futuro encuentro con Cristo que se hará realidad en su ya próxima Parusía. Por eso el poder de las tinieblas arrecia con fuerza contra la figura del Papa, contra su doctrina establecida y contra la Iglesia fundada por Cristo. Pero la peor crisis de la Iglesia está por venir. El peor cisma de la Iglesia se avecina. Habrá un enfrentamiento de dos Papas. La vida del Papa correrá peligro y se verá obligado a abandonar Roma sobre los cadáveres de sus sacerdotes. Al final sufrirá el martirio de sangre. Estamos en el comienzo de los dolores de parto.
"Dado el olvido de la santa fe en Dios, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes... no se verán más que homicidios, odios, envidia, mentira y discordia sin amor por la patria y por la familia..."
La peor crisis en la vida del hombre en la Tierra y dentro de la historia de la Iglesia se está viviendo ahora. No se trata solo del aumento del mal en su universalidad y gravedad, sino que ahora al mal se le llama bien, se le legaliza, se le entroniza, se le venera como el bien más apetecible. Ya no es el amor de Cristo en la cruz como expresión de suprema negación lo que impera en la humanidad de hoy. Es el amor del hombre a sí mismo como suprema medida. Un amor horizontal, sin Dios. Un amor filantrópico, altruista. Un amor sin Cruz. Un amor sin sacrificio. Un amor sin renuncia. En una palabra: el amor que profesará el Anticristo.
"Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso, para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda clase de vicios..."
El estado moderno se ha empeñado en hacerle la guerra a Dios, a Cristo, a todo lo que huela a Iglesia Católica. Hoy en día existe ya la filosofía del Anticristo, solo falta que aparezca en persona para que legalice un nuevo orden ocultista y totalitario que mediante engaños y aparentes prodigios desate la peor persecución que los siglos han conocido.
"Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del anticristo..."
Estamos a las puertas de que una mala mujer, "una prostituta que fornica con los reyes de la tierra" (Apoc 17) se instale oficialmente en la ciudad de las 7 colinas: Roma. Será la Iglesia falsa del final de los tiempos y que dará asiento a un falso profeta, un falso Papa, porque la verdadera Iglesia, la Iglesia fiel a Cristo y a María Santísima, la Iglesia de la Eucaristía, habrá huido al desierto (Apoc 12).
Luis Eduardo López Padilla