Celebrando una día la Santa misa el papa León XIII tuvo una visión o revelación privada de que la segunda mitad del siglo XX el demonio seria desatado y suelto, y por eso ordeno que al final de las misas se rezaran tres avemarías y además una oración que sirvieran como muro de contención contra los desmanes del demonio.
La oración que mando a rezar fue esta:
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la batalla, se nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímele Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de la celestial milicia, lanza al infierno con el divino Poder, a Satanás y a otros malignos espíritus que discurren por el mundo, por la perdición de las almas.
La oración que mando a rezar fue esta:
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la batalla, se nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímele Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de la celestial milicia, lanza al infierno con el divino Poder, a Satanás y a otros malignos espíritus que discurren por el mundo, por la perdición de las almas.