domingo, 3 de mayo de 2009

El Buen Pastor (San Juan 10, 11-13)


Balbina, religiosa paraguaya de la Comunidad Hermanitas de San Jose me envia un aporte referente al abandono por parte de muchos sacerdotes a la iglesia catolica.


A continuacion comparto con ustedes este articulo.


El sacerdocio y la vida consagrada es un don precioso de Dios. Es un regalo inmerecido, no es porque el elegido o la elegida tengan virtudes o cualidades extraordinarias, al contrario Dios se vale de lo más sencillo. Si una persona es llamada al sacerdocio o a la vida consagrada es porque Dios ha visto en ella algo valioso del cual El se enamoro.

Nadie es llamado así porque si, sino que todo está muy bien pensado en el plan de Dios de salvar almas. Esto es un privilegio que no se da a todos porque Jesús mismo dice: “muchos son los llamados pero pocos los escogidos.

El religioso, religiosa o sacerdote no fueron ellos los que decidieron tener una vida consagrada, fue Dios el que escogió dicho pastor, por ende se convierte en apostasía al momento en que un sacerdote decide con su libre albedrío abandonar su fe y por ende su iglesia.

Todos sabemos que cualquier vocación tiene sus exigencias y sus reglas. En toda institución hay un reglamento que cumplir y la iglesia católica no es la excepción. Una exigencia fundamental para el seguimiento de Cristo es dejarlo todo y negarse a así mismo. Adonde quiero llegar con esto, es que es muy frecuente ver que muchos quieren seguir a Cristo pero con la condición que nada le falte y el tener todo de sobra sin negarse a nada, es incompatible con el seguimiento de Cristo.

Voy a mencionar algo candente y controvertido en la actualidad, me refiero a la castidad o al celibato.

La castidad es un regalo inapreciable de Dios. Pero el lirio purísimo de la castidad es muy susceptible a ser manchada con el polvo mundanal que irremediablemente salpica y ensucia si no se tiene cuidado.

El ejercicio de la castidad se ofrece a Dios voluntariamente sin coacción de ninguna índole de lo contrario es inútil y pernicioso.

En los últimos tiempos es muy frecuente oír decir que la castidad es una carga insoportable que la iglesia católica impuso a los sacerdotes y a los consagrados y eso no es verdad. Nadie es obligado a comprometerse a seguir a Cristo pobre, obediente y casto si no quiere, eso es voluntario.

Dios no obliga a nadie el ofrece libremente y el individuo puede escoger entre aceptar o rechazar.

Me gustaría hacer un llamado a todos los que tienen esta inquietud a la vocación en el seguimiento de Cristo que piensen y lo mediten con mucho detenimiento no se comprometan con algo que no están seguros de cumplir a cabalidad. La iglesia católica ha sufrido demasiado, me atrevería a decir que en estos últimos tiempos el ataque ha sido violento a raíz de que algunos sacerdotes y consagrados no viven según la vocación a la cual ha sido llamado y esto se ha convertido en un escándalo que alcanza a todos los católicos así como el ejercicio de una virtud beneficia a todos así también el pecado mancha a todos por la simple razón que lo malo siempre se ve más.

Esto es un llamado para todos, no sigamos dañando a nuestra iglesia, es preferible decir: yo no puedo con esto o esto no es para mí, que fingir algo que no es y mientras tanto se esta haciendo cosas que no deben ser. Esto confunde cada vez más al rebaño de Cristo y el mando apacentar y no extraviar.

La castidad o el celibato no es una carga insoportable e imposible de cumplir, hay tantas almas que nos han precedido que inclusive han dado su vida por defenderla y si ellos pudieron porque nosotros no.

De la mano de la siempre Virgen María se puede llegar a donde el humilde y casto pastor nos precedió.