En los últimos años se está extendiendo cada vez
más la práctica masónica de la cremación, que consiste en la destrucción
violenta del cadáver humano por medio del fuego o de un gran calor.
Parece entonces no sólo oportuno sino urgente,
recordar a nuestros lectores la disciplina de la
Iglesia Católica codificada en el Código de Derecho
Canónico promulgado por el Papa Benedicto XV en 1917 y la cual todavía está en
vigor.
La ley de la Iglesia prohíbe expresamente las
siguientes acciones:
a)
Cremar un cuerpo
b)
Cooperar formalmente a la cremación
c)
Dar orden de que el cuerpo propio o el de otro
sea cremado
d)
Formar parte de una sociedad de la que los
miembros se comprometen a hacer cremar el cuerpo propio o el de personas de las
que puedan disponer
e)
Dar la absolución sacramental a una persona que
ha ordenado que su cuerpo sea cremado y que no quiere revocar dicha orden; dar
a esta misma persona, después de su muerte, la sepultura eclesiástica
(cánones 1203; 1240, §1, nº 5; 2339).
Diez motivos
(entre muchos otros) para oponerse a la cremación
La Iglesia considera la práctica de la cremación de
los cadáveres “una práctica bárbara que no sólo repugna a la piedad cristiana,
sino también a la piedad natural hacia los cuerpos de los difuntos, y que la
Iglesia, desde sus orígenes, ha prohibido constantemente” (Instrucción de la
Sagrada Congregación del Santo Oficio, 19 de junio de 1926).
Trataré de enumerar algunas razones por las que no
es conveniente proceder a la cremación de los cadáveres.
1.
Nuestro Señor Jesucristo mismo quiso ser
sepultado (Jn. XIX, 40), de acuerdo con toda la tradición del Antiguo
Testamento.
2.
La cremación parece querer significar que los
cuerpos son descompuestos y dispersos para siempre, mientras que el rito
contrario de inhumación acompaña la idea de la muerte comparada al sueño (Jn.
XI, 11-39) y expresa con más fidelidad la fe cristiana en la resurrección
final.
3.
La inhumación expresa el símbolo cristiano y
bíblico del cuerpo considerado como una semilla que da lugar a una nueva vida:
“si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda sólo, pero si muere, da
mucho fruto” (Jn. XII, 24; ver también 1 Cor. XV, 36-44).
4.
Toda la liturgia de la Iglesia honra el cuerpo
del difunto, que ha sido templo del Espíritu Santo, y está destinado a
resucitar de la muerte, mientras que la cremación lo destruye violentamente por
el fuego, símbolo del fuego eterno...
5.
La Iglesia siempre ha practicado el culto de las
reliquias de los Santos, mientras que ha reservado la pena del fuego para los
cuerpos de los herejes impenitentes.
6.
Los primeros cristianos ya la tenían en horror,
como atestigua el pagano Minucio Félix: los cristianos, escribe, execrantur
rogos, et damnunt ignium sepulturas.
7.
Por todas partes por donde se difundió el
Evangelio, desapareció la cremación.
8.
La cremación ha sido restablecida por los
enemigos de la Iglesia, primero con la revolución francesa, y luego en el siglo
XIX, para negar la resurrección de la carne y para combatir a la Iglesia.
9.
Es la secta masónica la que ha promovido y
promueve las asociaciones en favor de la cremación.
10.
Es la misma secta la que solicitó y obtuvo (bajo
Pablo VI) la modificación de la ley eclesiástica contra la cremación, enésima
concesión de los neo-modernistas a los enemigos de la Iglesia.
La masonería
y las asociaciones en favor de la cremación
Después del intento de introducir la cremación
durante la revolución francesa (con un proyecto de ley en el Consejo de los
Quinientos, el 11 de noviembre de 1797), hubo que esperar hasta la segunda mitad
del siglo XIX para ver el nacimiento, precisamente en Italia, de un activo
movimiento cremacionista.
La más antigua asociación para la cremación en
Italia es la de Milán, y se remonta a 1876. En resumen, se difundieron varias
asociaciones para la cremación, especialmente en el norte del país: en Pavía en 1881, Turín, Livorno, Firenze y Venecia en
1882, en Bolonia en 1889, en Génova en 1897, etc. La ley sanitaria que la autoriza
es de 1888 (gobierno Crispi, masón), mientras que en Francia una ley similar se
remonta al año anterior.
En Milán, promotores de la
cremación de cadáveres son (según el sitio de internet de la
So.crem) Malachia de
Cristoforis, Gaetano Pini, Giuseppe Mussi, Agostino Bertani... y la misma
sociedad se enorgullece de una carta de Giuseppe Garibaldi, con la que “el
Héroe de los dos mundos” se dice inscripto en la asociación para la cremación.
Todos exponentes de primer plano del mundo político de entonces. Pero no
únicamente...
Giuseppe Mussi, en efecto,
fue Gran Maestre de la Gran Logia del Rito Simbólico Italiano (RSI) de 1885 a
1886: fue sucedido precisamente por Gaetano Pini. Malachia de Cristoforis
estuvo en el Consejo de la Orden del Gran Oriente; Agostino Bertani, en la Logia
Propaganda del G.O.I. En cuanto a Garibaldi, nadie ignora que era Gran Maestre
del Gran Oriente de Italia. Ambrogio Viviani en su Historia de la Masonería
lombarda (Bastogi, 1992, pág. 118), escribe: “Una de las actividades masónicas
de este período se ejerce en el campo de la cremación (...). En Milán, en 1876,
se constituye la ‘Società di cremazione’, por iniciativa de Malachia de
Cristoforis, Gaetano Pini, Giuseppe Polli, Giovanni Sacchi, Giuseppe Pozzi; en
los años sucesivos surgen la Sociedad de cremación de Cremona y Brescia (1883),
de Varese (1884), de Mantua (1888), de Bérgamo y Monza (1886). El Templo
crematorio de Milán, debido a la obra de los Hermanos, se inauguró en 1884”.
La Sociedad para la
cremación era como un “doble” de la Serenísima Gran Logia del Rito Simbólico
Italiano: a la cabeza de las dos asociaciones Carlo Meyer y Federico Wasmuth,
ambos presidentes de la Serenísima Gran Logia de la RSI, y Alceste
Cristofanini, del RSI, igualmente Gran Maestre honorario del Gran Oriente.
Turín no es una excepción.
El So.crem local cita los nombres del Dr. Jacob Moleschott, pero omite decir
que él era un hermano masón, así como los otros pioneros y correligionarios
israelitas, Cesare Goldmann y Luigi D’Ancona. Los tres primeros presidentes
de la So.crem subalpina son tres eminentes masones: así Ariodante Fabretti,
carbonario, miembro de la Giovane Italia, pero también del Consejo Supremo del
33º del Rito Escocés; Tommaso Villa (que fue presidente de la Cámara y Senador
del Reino) y Luigi Pagliani. Y podríamos seguir... Todos estos nombres se
hallan en las obras de historia de la Masonería, por ejemplo, en la de A.A.
Mola (ed. Bompiani, 1976).
Hoy, para tranquilizar a
los católicos, las asociaciones para la cremación citan a Pablo VI, pero en
realidad la atmósfera sigue siendo la de aquellos tiempos en que con ritos
crematorios (y ahora con las “salas de despedida” en el “templo crematorio”) se
quiso crear una “muerte laica” para reemplazar las ceremonias del catolicismo.
Fuera de Italia, la
asociación por la eutanasia ostenta orgullosamente su estrecha colaboración con
el U.A.A.R. (Unión de Ateos Agnósticos Racionalistas) y la So.crem (Sociedad
para la cremación). Hoy como ayer nada ha cambiado realmente.
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