María Simma fue una simple mujer austriaca que tuvo la gracia de recibir
revelaciones sobre las Benditas Almas del Purgatorio. Este libro
condensa una entrevista que le realizara Sor Emanuel
Referencia Biblica de la existencia del Purgatorio: 2 Macabeos, cap 12,
vers 46: "Es, pues, un pensamiento santo y saludable el rezar por los
difuntos, a fin de que sean libres de las penas de sus pecados".
Maravillosas revelaciones recibidas por una humilde mujer sobre las Benditas almas del purgatorio:
María
Simma era una anciana mujer que vivió hasta el diá de San José del año
2004 en las montañas austríacas. Desde temprana edad ella recibió de
Dios el don de recibir la presencia sobrenatural de las almas del
Purgatorio, que acuden a ella en busca de oración y ayuda para acortar
su tiempo de expiación. Sor Emanuel, muy reconocida por aquellos que
conocen la aparición de María en Medjugorje, tuvo la oportunidad de
realizarle un reportaje en su humilde casa en la montaña, el cual fue
documentado en un hermoso libro.
Extractamos aquí algunas partes importantes de este libro titulado "El maravilloso secreto de las Almas del Purgatorio - Sor Emanuel y María Simma" (prácticamente la totalidad del libro está reflejada en nuestro artículo).
María Simma tuvo desde niña un especial interés por las almas del
Purgatorio, y fue esa la misión que Dios le dio para esta vida cuando
tuvo la edad de 25 años. Adecuadamente asistida por su confesor y
director espiritual, y bajo el cercano seguimiento del Obispo del lugar,
María vive una vida donde la Presencia sobrenatural se vuelve
cotidiana. Las almas se presentan a ella buscando ayuda, y también dando
testimonio de sus sufrimientos, su vida en la tierra y su deseo
profundo de llegar cuanto antes a estar en la Presencia de Dios en forma
definitiva.
Los conocimientos que las almas del Purgatorio le refieren son una
hermosa y fuerte confirmación de toda la Doctrina sobre la que se funda
la Iglesia Católica, y una invitación a todos nosotros a vivir una
activa y sincera práctica de los sacramentos. Pero, por sobre todo,
María Simma nos invita a una práctica cotidiana del amor como la puerta
más importante para la salvación de nuestra alma. El amor cura y cubre
muchos de nuestros pecados, a la hora de nuestro juicio particular.
Descubra en este testimonio muchas de las confirmaciones que
su corazón estaba buscando, ya que Jesús y María se expresan a través de
las palabras de María Simma, invitándonos a una conversión sincera y
profunda, basada en el amor por Dios y por todos nuestros semejantes.
Nuestra Santa Iglesia florece en las palabras de esta humilde mujer,
cuyo amor por Dios la ha llevado a grandes y constantes sacrificios. Un
alma humilde puede obrar muchos milagros, ya que agrada a los ojos del
Creador, que la toca con la gracia y la convierte en un instrumento de
evangelización. Eso es, en breves palabras, María Simma.
(Los comentarios y las preguntas son realizadas por Sor Emanuel)
Sor Emanuel: Henos aquí, María, ¿puedes contarnos ahora cómo fuiste visitada, la primera vez, por un alma del Purgatorio?
María Simma: Sí, fue en el año 1940, de noche, a las 3 o 4 de la
madrugada. Oí a alguno que iba y venía en mi cuarto. Esto me despertó.
Miré para ver quien pudiese haber entrado en mi cuarto.
-¿ Tuviste miedo?
- No, yo no soy nada miedosa. Cuando yo era pequeña, mi madre me
decía que era una niña del todo especial, porque nunca tenía miedo.
-¿ Y entonces, esa noche? ¡Cuéntanos!
- Oh, vi que era un extraño. Iba y venía lentamente. Le pregunté con
tono severo: "¿Cómo has entrado aquí?, ¿qué has perdido?". Pero él
continuaba a caminar en mi cuarto, de aquí para allá, como si nada
fuese. Entonces le volví a preguntar: "¿Qué haces?". Y puesto que
continuaba a no querer responderme, me levanté de un salto para
aferrarlo, pero no toqué mas que el aire, y el hombre había
desaparecido... Entonces regresé a la cama, y de nuevo comencé a sentir
que iba y venía. Me preguntaba por qué veía allí a ese hombre, y por qué
no podía aferrarlo. Me levanté de nuevo para asirlo y para hacer que
desistiese de caminar. Nuevamente me topé con la nada. Quedé perpleja.
Volví a acostarme. No volvió otra vez, pero aquella noche no conseguí
adormecerme. Al día siguiente, después de misa, fui a ver a mi director
espiritual y le conté lo sucedido. El me dijo "Si todo eso recomienza,
no preguntes: "¿Quien eres?, sino, ¿“Qué quieres de mí?".
La
noche siguiente el hombre regresó. Era el mismo, y yo le pregunté:
"¿Qué quieres de mí?". Me respondió: "Haz celebrar tres misas por mí y
yo seré liberado". Entonces comprendí que era un alma del Purgatorio. Mi
padre espiritual me lo confirmó. Me aconsejó de no rechazar jamás a las
almas del Purgatorio, y de acoger con generosidad sus pedidos.
- Y después, ¿continuaron las visitas?
- Sí, durante algunos años venían tres o cuatro almas solamente, sobre todo en el mes de noviembre. Luego no vinieron más.
- ¿Y qué te piden estas almas?
- Muchas veces piden de hacer celebrar misas y de asistir a esas
misas; piden de recitar Rosarios, y también de hacer el Vía Crucis.
- A este punto se nos plantea una pregunta, que es fundamental: ¿Qué es exactamente el Purgatorio?
- Diría que es una invención genial por parte de Dios. Y aquí
quisiera proponerles una imagen toda mía. Supongan que un día se abre
una puerta y aparece un ser extraordinariamente bello, de una belleza
tal, nunca vista sobre la tierra. Aquí quedan fascinados, trastornados
por este SER de luz y de belleza, tanto más que él demuestra estar
locamente enamorado de ustedes (lo que nunca se hubiesen imaginado); se
dan cuenta que también él tiene un gran deseo de atraerlos a sí, de
abrazarlos; y el fuego del amor que quema ya en sus corazones los empuja
seguramente a precipitarse entre sus brazos. Pero ustedes, se dan
cuenta, en ese preciso instante, de que hace meses que no se lavan, que
huelen mal, que se sienten horriblemente feos; tienen la nariz que
chorrea, los cabellos grasosos y pegoteados, horribles manchas de
suciedad sobre la ropa, etc., etc.Entonces se dicen a sí mismos: "¡No,
no es posible que yo me presente en este estado!. Es preciso que antes
me lave, me duche, y luego, rápidamente, regrese a verlo…". Pero he aquí
que el amor nacido en sus corazones es tan intenso, tan fuerte, tan
abrasador, que este atraso debido a la ducha es absolutamente
insoportable. Y el dolor mismo de la ausencia, aunque dure sólo pocos
minutos, causa un ardor atroz en el corazón. Y, ciertamente, este ardor
es proporcional a la intensidad de la revelación del amor: es una Llama
de amor...
Pues bien, el Purgatorio es exactamente esto. Es un atraso impuesto
por nuestra impureza, un atraso antes del abrazo de Dios, una Llama de
amor que hace sufrir terriblemente; una espera, o si quieren, una
nostalgia, del Amor. Es precisamente esta Llama, esta ardorosa nostalgia
la que nos purifica de todo lo que aún es impuro en nosotros. Me
atrevería a decir que el Purgatorio es un lugar de deseo, del deseo loco
de Dios, de Dios que ya ha sido reconocido y visto, pero al cual el
alma todavía no se ha unido.
Las almas del Purgatorio hablan con frecuencia con María sobre ese
gran deseo, de esa sed que tienen de Dios, y cómo ese deseo es para
ellas profundamente doloroso; es, sin duda, una verdadera agonía. En la
práctica el Purgatorio es una gran crisis, una crisis que nace de la
falta de Dios.
Sobre esto he querido que María nos precisara un punto fundamental:
- María, ¿las almas del Purgatorio prueban alegría y esperanza en medio de sus sufrimientos?
- Sí, ningún alma quisiera volver del Purgatorio a la tierra, porque
ellas ya tienen un conocimiento de Dios infinitamente superior al
nuestro, y no podrían nunca más decidirse a regresar a las tinieblas de
este mundo. He aquí, entonces, la gran diferencia entre los sufrimientos
del Purgatorio y los de la tierra: en el Purgatorio, aunque sea
terrible el dolor del alma, la certeza que se tiene de vivir con Dios es
tan fuerte e indestructible que el gozo de esta certeza supera aun el
dolor; y por nada del mundo esas almas quisieran volver a vivir sobre la
tierra donde, al fin de cuentas, nunca se tiene seguridad de nada.
- María, ¿ahora podrías decirnos si es Dios quien envía un alma al
Purgatorio, o si, en cambio, es el alma misma quien decide de ir allí?
- Es el alma misma quien quiere ir al Purgatorio para purificarse,
antes de entrar en el Paraíso. Pero aquí es preciso decir también que el
alma, cuando está en el Purgatorio, adhiere perfectamente a la voluntad
de Dios;por ejemplo, se complace del bien y desea nuestro bien;
experimenta tanto amor por Dios, y también por quienes aún estamos en la
tierra. Estas almas están perfectamente unidas al Espíritu de Dios o,
si quieren, a la Luz de Dios.
- María, ¿en el momento de la muerte, se ve a Dios en plena luz, o en manera confusa?
- En manera aún confusa; con todo, hay una claridad tal, que basta, ciertamente, para tener nostalgia.
¡Es verdad!. Es una luz resplandeciente, en relación a las tinieblas
de la tierra; pero todavía es nada con respecto a la Luz que el alma
conocerá en el Cielo. Del resto, a tal propósito, podemos hacer una
confrontación con las experiencias de las que se habla en el libro "La
vida más allá de la vida": muchísimas de esas personas que, de un estado
de pre-muerte (por coma, paro cardíaco, etc.), han entrevisto algo del
más allá, quedaron tan fascinadas de esa luz, que para ellas ha sido una
verdadera agonía retornar a la común existencia sobre la tierra,
después de aquella experiencia.
- María, ¿puedes decirme cuál es el papel de la Virgen con respecto a las almas del Purgatorio?
- Sí, viene frecuentemente para consolarlas y decirles que han hecho bien tantas cosas, y les da coraje.
- ¿Hay días especiales en los cuales ella las libera?
- Si, sobre todo el día de Navidad, el día de Todos los Santos, el
Viernes Santo; las libera también el día de su Asunción y en el de la
Ascensión de Jesús.
- Pero, María, ¿por qué se va alPurgatorio? ¿Cuáles son los pecados que conducen con frecuencia a las almas al Purgatorio?
- Son los pecados contra la caridad, contra el amor hacia el prójimo,
la dureza del corazón, la hostilidad, la calumnia; sí, todas estas
cosas. Sé que la maldición y la calumnia se cuentan entre las culpas más
graves que necesitan una larga purificación.
María, al respecto, nos ofrece un ejemplo que la ha impactado mucho, y
es un testimonio que quiero contarles. Se trata de un hombre y de una
mujer; de ellos se le pidió se informase si estaban en el Purgatorio.
Con gran asombro de quienes se lo habían pedido, la mujer ya estaba en
el Paraíso y el hombre en el Purgatorio. Pero en realidad esa mujer
había muerto después de un aborto, mientras que el hombre iba con
frecuencia a la iglesia y llevaba una vida, aparentemente, bastante
digna y piadosa. Entonces María se informa nuevamente, pensando que
podría haberse equivocado. Pero no, era tal cual: en realidad los dos
murieron contemporáneamente, pero la mujer se había arrepentido
sinceramente de lo que había hecho, y había sido muy humilde; en cambio
el hombre, aunque religioso, juzgaba todo y a todos, siempre se
lamentaba, hablaba mal de la gente, y criticaba. Por eso su purgatorio
era muy largo. Y María concluyó: "Nunca se debe juzgar según las
apariencias".
Otros pecados contra la caridad son, por cierto, todos nuestros
repudios hacia algunas personas que no amamos, nuestro rechazo en hacer
las paces, en perdonar, y todos los rencores que encerramos en el
corazón. Al respecto María nos reveló un testimonio que nos hace
reflexionar. Es la historia de una persona que ella conocía muy bien.
Esta persona había muerto. Era una mujer y se encontraba en el
Purgatorio, padeciendo sufrimientos atroces. Y cuando esa alma visitó a
María, ella le preguntó el porqué; y el porqué era que ella tenía una
amiga, sí, una amiga con la cual surgió una enemistad muy grande; y esa
enemistad había sido causada por ella misma y, a pesar de todo, había
conservado su rencor por años y años; y cuando su amiga, en varias
circunstancias, había venido a pedirle de hacer las paces, de
reconciliarse, ella la rechazaba; y cuando cayó gravemente enferma,
había continuado a tener cerrado su corazón, a rechazar la paz que se le
proponía; y hasta en el lecho de muerte, aquella amiga había venido a
suplicarle de hacer las paces; pero aún en su lecho de muerte ella había
rechazado reconciliarse. Por ese motivo se encontraba aún en un
purgatorio muy doloroso, y por eso había venido a pedir ayuda a María.
Este testimonio sobre la gravedad de conservar el rencor es muy
significativo. Por lo que se refiere a las palabras, nunca se dirá
bastante acerca de cómo una palabra de crítica, una palabra malévola
pueda realmente matar, y también cómo una buena palabra pueda curar.
- Entonces, María, ¿puedes decirnos quienes son los que tienen mayores posibilidades de ir directamente al Paraíso?
- Son aquellos que tienen un corazón bueno, un corazón bueno hacia todos. La caridad cubre una multitud de pecados.
Sí, es San Pablo quien nos lo dice.
- Y ¿cuáles son los medios que podemos emplear sobre la tierra para evitar el Purgatorio e ir derecho al Paraíso?
- Debemos hacer mucho por las almas del Purgatorio, porque son ellas
quienes, a su vez, nos ayudan. Hay que tener mucha humildad: ésta es el
arma más grande contra el Maligno. La humildad elimina el mal.
A este punto no resisto al deseo de referir un bellísimo testimonio
del Padre Berlioux (que ha escrito un hermoso libro sobre las almas del
Purgatorio), con relación a la ayuda ofrecida por estas almas a aquellos
que las ayudan con oraciones y sufragios:
"Se cuenta que una persona muy amiga de las almas del Purgatorio
había consagrado toda su vida a sufragar por ellas. Habiendo llegado la
hora de su muerte, fue asaltada con furor por el demonio que la veía a
punto de escapársele. Parecía que el abismo entero, confederado contra
ella, la rodease con sus cohortes infernales. La moribunda luchaba desde
hacía tiempo entre los esfuerzos más penosos, cuando todo de un golpe
vio entrar en su casa una multitud de personajes desconocidos, pero
resplandecientes de belleza, que pusieron en fuga al demonio y,
acercándose a su lecho, le dirigieron palabras de aliento y de
consolación totalmente celestiales. Emitiendo entonces un profundo
suspiro, y llena de alegría, gritó: ¿quiénes son ustedes? ¿quiénes son
los que me hacen tanto bien?. Aquellos buenos visitantes respondieron:
"Nosotros somos habitantes del Cielo, que tu ayuda ha encaminado a la
felicidad, y, como reconocimiento, venimos a ayudarte para que cruces el
umbral de la eternidad y te libres de este lugar de angustia y te
introduzcas en las alegrías de la Ciudad Santa".
Con estas palabras una sonrisa iluminó el rostro de la moribunda. Sus
ojos se cerraron y ella se durmió en la paz del Señor. Su alma, pura
como una paloma, presentándose al Señor de los Señores, encontró tantos
protectores y abogados entre las almas que ella había liberado; y
reconocida digna de la gloria, entró allí triunfalmente, en medio de los
aplausos y las bendiciones de quienes había liberado del Purgatorio".
¡Ojalá que también nosotros, un día, podamos tener la misma suerte!.
Entonces hay que decir que las almas, sí, las almas liberadas por
nuestra plegaria, son sumamente agradecidas. Les aconsejo, pues, que
hagan la experiencia; las almas nos ayudan, conocen nuestras necesidades
y nos obtienen muchas gracias.
- Entonces María, ahora pienso en el buen ladrón, en aquel que estaba
crucificado junto a Jesús, y me gustaría saber que hizo para que Jesús
le prometiese que, ese mismo día, estaría con él en el Paraíso.
- El aceptó humildemente su sufrimiento diciendo que era algo justo.
Alentó al otro ladrón a aceptar también él su condición. El tenía el
temor de Dios, es decir, era humilde.
Otro hermoso ejemplo, que nos contara María Simma, demuestra cómo un
gesto de bondad puede rescatar, en poquísimo tiempo, una vida de pecado.
Escuchémoslo narrado con sus mismas palabras:
"Conocía a un joven de unos veinte años. Vivía en un pueblo vecino al
mío. Este pueblo había sido duramente golpeado y destruido por una
serie de aludes que mataron un gran número de habitantes. Era en el ano
1954. Una noche ese joven se hallaba en la casa de sus padres.
Imprevistamente un terrible alud se abate precipitando cerca de su casa.
El oye gritos desgarradores, gritos lastimeros que invocan:
"¡Ayúdennos! ¡Sálvennos! ¡Vengan a socorrernos!... ¡Somos arrollados por
los aludes!... ". De inmediato el joven se levantó y se precipitó para
socorrer a esas personas. Pero su madre, que había oído los gritos, le
impidió pasar, cerró la puerta y dijo: "¡No, otros deben socorrerlos,
nosotros no!. Afuera es demasiado peligroso. No quiero que haya un
muerto más": Pero él, puesto que había sido impactado por esos gritos y
quería verdaderamente socorrer a esa gente, empuja a su madre y dice:
"¡Sí, yo voy! ¡No quiero dejarlos morir así!': y salió. Pero también él,
a lo largo del trayecto, fue embestido por un alud y murió...
Dos días después de su muerte, él vino a visitarme de noche y me
dijo: "Haz celebrar tres misas por mí, así seré liberado del
Purgatorio". Yo fui a dar cuenta de ello a su familia y a sus amigos.
Ellos quedaron muy sorprendidos al oír que, solamente con tres misas, se
libraría del Purgatorio. Alguno de sus amigos agregó "Yo no hubiera
querido estar en su lugar en la hora de la muerte. ¡Si hubiesen visto
todas las fechorías que cometió!... ". Pero ese joven, con
posterioridad, me declaró: "Yo he cumplido un acto de amor puro poniendo
a riesgo mi vida y donándola por aquellas personas; y es gracias a esto
que el Señor me ha acogido tan rápidamente en Su Cielo. Es verdad, la
caridad cubre una multitud de pecados".
En este episodio se ve cómo un solo acto de amor desinteresado ha
sido suficiente para purificar a ese joven de una vida de fechorías; y
el Señor ha aprovechado de ese instante de amor para llamarlo a sí.
María, en efecto, ha dicho que este joven quizás nunca hubiese tenido en
su vida la ocasión de realizar un acto de amor tan fuerte, y quizás se
hubiese convertido en un hombre malvado. El Señor, en Su Misericordia,
lo ha llamado a sí justo en el mejor momento, en el momento más puro a
causa de ese acto de amor.
Ahora he aquí otro episodio que demuestra cómo el Señor acepta y valoriza también un simple acto de bondad:
- El alma de una mujer se presentó, un día, con un balde en mano.
"¿Qué haces con ese balde?", le pregunté. Es la llave de mi Paraíso,
respondió radiante. No he orado mucho durante mi vida; raramente iba a
la iglesia pero una vez, antes de Navidad, he limpiado gratuitamente
toda la casa de una pobre anciana. Ha sido mi salvación ". Esta es la
prueba que todo depende de la caridad.
Es también importante, cuando se está a punto de la muerte,
abandonarse a la voluntad del Señor. María me narró el caso muy hermoso
de una madre de cuatro hijos que estaba por morir. En vez de rebelarse y
de inquietarse ella dijo al Señor: "Acepto la muerte, en el momento que
tú lo quieras, y pongo mi vida en tus manos. Te confío mis hijos y sé
que tú encargarás de ellos". María me dijo que, a causa de esta inmensa
confianza en Dios, esa mujer fue directamente al Paraíso sin pasar por
el Purgatorio. Verdaderamente se puede decir que el amor; la humildad y
el abandono a Dios son tres llaves de oro que nos hacen entrar
directamente en el Paraíso.
- María, ¿podrías decirnos cuáles son los medios más eficaces para facilitar la liberación de las almas del Purgatorio?
- EI medio más eficaz es la Misa.
- ¿Por qué la Misa?
- Porque es Cristo quien se ofrece por amor nuestro. Es la ofrenda
del mismo Cristo a Dios, la más bella de las ofrendas. EI sacerdote es
el representante de Dios y es el mismo Dios que se ofrece y se sacrifica
por nosotros. La eficacia de la Misa por los difuntos es tanto mayor
cuanto más grande ha sido la estima que ellos tuvieron por la Misa
cuando eran todavía en vida. Si en esas Misas han orado con todo el
corazón y si han asistido también durante la semana, según el tiempo
disponible, ellos sacarán grande provecho de las misas celebradas por
ellos. También en esto se recogerá lo que se ha sembrado.Además de ir
nosotros, no nos olvidaremos de invitar a nuestros hijos a que asistan a
estas Misas, y, si posible, invitemos a los muchachos de las escuelas.
Ningún padre, ninguna madre, ningún catequista puede poner en el corazón
del niño lo que Nuestro Señor personalmente le da, en gracias, durante
la Misa y la Comunión.
Agregaré que un alma del Purgatorio ve muy bien el día de sus
funerales: si se reza verdaderamente por él o si, simplemente, se hace
acto de presencia para mostrar que está allí. Ellas dicen que las
Lágrimas no sirven para nada para ayudarlas. En cambio sirve mucho la
oración. Con frecuencia esas almas lamentan el hecho de que las personas
asisten a su sepultura, pero no elevan una sola plegaria a Dios;
derraman muchas lágrimas, pero eso es inútil.
Con relación a la Misa, quisiera citarles un hermoso ejemplo narrado
por el santo Cura de Ars a sus parroquianos: "Hijos míos, un buen
sacerdote había tenido la desgracia de perder un amigo muy querido. Por
eso rezó mucho por la paz de su alma. Un día Dios le hizo saber que su
amigo estaba en el Purgatorio y sufría terriblemente. Este santo
sacerdote pensó que no podía hacer algo mejor que ofrecer el Santo
Sacrificio de la Misa por su querido difunto. En el momento de la
Consagración, tomó la Hostia entre sus manos y dijo: "Padre Santo y
Eterno, en tus manos divinas está el alma de mi amigo en el Purgatorio y
en mis pobres manos de ministro tuyo está el Cuerpo de Tu Hijo Jesús.
Pues bien, Padre Bueno y Misericordioso, libra a mi amigo y yo te
ofrezco a Tu Hijo junto con todos los méritos de Su Gloriosa Pasión y
Muerte". Este pedido fue escuchado. De hecho, en el momento de la
elevación, él vio que el alma de su amigo subía al Cielo resplandeciente
de gloria. Dios había aceptado la ofrenda”.
"Por eso hijos míos, concluyó el santo Cura de Ars, cuando querramos
liberar a nuestros seres queridos que están en el Purgatorio, hagamos lo
mismo. Ofrezcamos al Padre, por medio del Santo Sacrificio, a Su Hijo
Dilecto, junto con todos los méritos de Su Pasión y Muerte, así no podrá
rechazarnos nada".
Otros medios muy eficaces para ayudar a las almas del Purgatorio son
el ofrecimiento de nuestros sufrimientos, nuestras mortificaciones y el
sufrimiento voluntario, como por ejemplo el ayuno, las privaciones, etc.
Y, naturalmente, también los sufrimientos involuntarios como las
enfermedades, los lutos, los abandonos...
- María, tú fuiste invitada, muchas veces, a sufrir por las almas del
Purgatorio para liberarlas. ¡Puedes decirnos qué has vivido y probado
en esos momentos!
- La primera vez un alma (era una mujer) me preguntó si quería sufrir
tres horas, en mi cuerpo, por ella; y agregó que luego yo podría
retomar mi trabajo. Yo me dije: "Si es sólo por tres horas, quiero
aceptar". Esas tres horas me parecieron que durasen como tres días, tan
terribles eran los sufrimientos. Pero, al fìnal, miré el reloj y vi que
habían pasado sólo tres horas. EI alma luego me dijo que, habiendo
aceptado sufrir con amor esas tres horas, le había ahorrado veinte años
de Purgatorio.
- María, ¿por qué, una vez llegados al Purgatorio, no se pueden
adquirir méritos y, en cambio, mientras se está en la tierra siempre se
los pueden adquirir?
- Porque en el momento de la muerte los méritos se terminan. Mientras
uno vive en la tierra puede reparar el mal que ha cometido antes. Las
almas del Purgatorio tienen una santa envidia por esta posibilidad
nuestra. Hasta los Angeles son celosos de nosotros, porque tenemos la
posibilidad de "crecer" mientras estamos sobre la tierra. Pero muchas
veces la aparición del sufrimiento en nuestra vida nos hace rebelar y
tenemos dificultad en aceptarlo y vivirlo bien.
- Entonces, ¿cómo vivir el sufrimiento para que pueda dar frutos?
- Los sufrimientos son la prueba más grande del amor de Dios, y si se ofrecen bien, pueden ganar muchas almas.
- Pero ¿qué hacer para recibir los sufrimientos como un don, y no (como se hace con frecuencia) como una punición o un castigo?
- Hay que ofrecerlo todo a la Virgen Santa, pues ella sabe mejor que
nadie quién necesita esta o aquella ofrenda para ser salvado.
Quisiera referir aquí un testimonio que María me ha contado a
propósito del sufrimiento. El hecho ocurrió en el año 1954. Una serie de
avalanchas muy desastrosas se abatieron sobre un pueblito cercano al de
Mana, causando gravísimos daños. Otros aludes se habían precipitado en
dirección al pueblito de María. Pero aquí sucedió que los aludes se
detuvieron ante el pueblito en modo ciertamente milagroso, sin causar
algún daño. Las almas dijeron a María que en ese pueblito había vivido y
muerto una mujer que, durante treinta años, estuvo enferma y había sido
cuidada muy mal; había sufrido terriblemente durante todos esos años,
ofreciendo todos sus dolores por el bien de su pueblito. Las almas
revelaron a María que, gracias al ofrecimiento de aquella mujer, el
pueblito se había salvado. Ella había ofrecido sus sufrimientos durante
30 años y los había soportado con paciencia. María nos dice que, si
aquella mujer hubiese gozado de buena salud, no hubiese podido proteger a
su pueblito; agrega que con el sufrimiento, pacientemente soportado, se
pueden salvar más almas que con las oraciones. No tenemos que ver
siempre el sufrimiento como una punición. Puede ser aceptado como
expiación, no sólo para nosotros mismos, sino sobre todo para los demás.
Jesucristo era inocente, y fue El quien sufrió más que todos para
expiar por nuestros pecados.
Sólo en el Cielo sabremos totalmente lo que hemos obtenido por medio
del sufrimiento soportado pacientemente, en unión con los sufrimientos
de Cristo.
- María, ¿se da una cierta rebeldía por parte de las almas del Purgatorio a causa de sus sufrimientos?
- No, ellas quieren purificarse y comprenden que los sufrimientos son necesarios.
- ¿Cuál es el valor de la contrición y del arrepentimiento en el momento de la muerte?
- La contrición es importantísima. Los pecados como sea, son
perdonados, pero queda la consecuencia del pecado. Si se quiere obtener
la indulgencia plenaria en el momento de la muerte, esto es, ir derecho
al Cielo, el alma tiene que estar libre de toda atadura.
Ahora quisiera referir un testimonio muy significativo que nos ha
contado María. Le habían pedido que se informara sobre una mujer cuyos
parientes la creían perdida, pues había vivido una vida muy mala y
estaba totalmente inmersa en el pecado. Fue víctima de un accidente: se
había caído del tren que, en su marcha, la había arrollado y matado. Un
alma dijo a María que esa mujer se había salvado del Infierno porque, en
el momento de la muerte, había dicho a Dios: "Tú haces bien en retomar
mi vida, porque así ya no podré ofenderte", y eso ha cancelado todos sus
pecados. Y esto es muy significativo, porque un solo acto de humildad,
de arrepentimiento en la hora de la muerte, nos salva. Eso no significa
que esa mujer no haya pasado por el Purgatorio; pero se salvó del
infierno merecido a causa de su conducta.
- María, quisiera preguntarte en el momento de la muerte ¿se da un
tiempo en el que el alma tiene la posibilidad de dirigirse a Dios antes
de entrar en la eternidad, un tiempo, si se quiere, entre lo muerte
aparente y la muerte real?
- Sí, el Señor da a cada alma algún instante para que se arrepienta
de sus pecados y se decida si acepta o no acepta llegar a Dios. En ese
breve tiempo se ve como en un fìlme la propia vida. Yo conocía a un
hombre que creía en los preceptos de la Iglesia, pero no en la vida
eterna; un día se enfermó gravemente y entró en coma. Entonces él se vio
en una sala con una pizarra en la que estaban escritas todas sus
acciones: tanto las buenas como las malas; luego la pizarra desapareció,
también las paredes de aquella sala, y todo era infinitamente bello.
Luego se despertó del coma y decidió cambiar de vida.
Este episodio es semejante a tantos otros refrendos en el libro "La
vida más allá de la vida": la experiencia momentánea de la luz
sobrenatural es tal que esas personas no pueden vivir más como vivían
antes.
- Entonces, María, ¿en la hora de la muerte, Dios se revela con la misma intensidad a todas las almas?
- A cada alma se le da el conocimiento de su propia vida, y también
del sufrimiento futuro, pero esto no es igual para todos. La intensidad
de la revelación del Señor depende de la vida de cada alma.
- María, ¿el diablo tiene el poder de atacarnos en el instante de nuestra muerte?
- Si, pero el hombre tiene también la gracia de resistirlo y de
rechazarlo, porque, si el hombre no quiere, el demonio no puede hacer
nada.
- María, ¿qué consejos darás a quien quisiera hacerse santo ya en esta tierra?
- Ser humildísimo. No debe ocuparse de sí mismo. Debe huir del orgullo, que es la trampa más peligrosa que tiende el Maligno.
- María, ¿podrías decirnos si se puede pedir al Señor de hacer su
propio Purgatorio en la tierra para no hacerlo después de la muerte?
- Oh, sí. He conocido un sacerdote y una muchacha, los dos estaban
enfermos en el hospital. La muchacha decía al sacerdote que ella pedía
al Señor de poder sufrir en la tierra tanto cuanto fuera necesario pare
ir directamente al Cielo, y el sacerdote respondió que él no se atrevía a
pedir eso. Junto a ellos había una religiosa que escuchaba toda la
conversación. Luego la muchacha murió antes, y poco después murió
también el sacerdote; él se apareció a la religiosa diciéndole: "Si
hubiese tenido igual confianza que esa muchacha, también yo hubiese ido
directamente al Paraíso '´.
- Gracias por este hermoso testimonio, María.
Ahora María me pide 5 minutos de descanso pues tiene que dar de comer a las gallinas.
La vuelvo a ver en seguida y continuamos con nuestras preguntas
- Sí, por cierto que es difícil describirlos. Pero, dime, ¿Jesús no va al Purgatorio?
- Ningún alma me lo ha dicho. Es la Madre de Dios quien
va. Una vez pregunté a un alma del Purgatorio si debía ir ella misma a
buscar a las almas de las que pedían noticias. Me respondió que no: es
la Madre de Misericordia quien da noticias. Ni siquiera los santos van
al Purgatorio; en cambio los Angeles están allí: San Miguel... y cada
alma tiene cerca a su Angel Custodio.
- ¡Qué estupendo, los Angeles están con nosotros! Pero, ¿qué hacen los Angeles en el Purgatorio?
- Alivian y consuelan. Las almas pueden verlos.
- ¡Oh, qué bello! .María, si continuas a hablarnos de
los Angeles casi me haces venir el deseo de ir al Purgatorio. Otra
pregunta: tú sabes que, hoy, mucha gente cree en la reencarnación, ¿Qué
dicen las almas sobre este tema?
- Las almas dicen que Dios nos da una sola vida.
- Pero algunos sostienen que una sola vida no es
suficiente para conocer a Dios y para tener el tiempo de convertirse
verdaderamente, y piensan que eso no sea justo. ¿Que le respondes a
tales personas?
- Todas las almas tienen una fe interior; aun si no son
practicantes, ellas reconocen a Dios. No existe nadie que no crea
totalmente. Cada hombre tiene una conciencia para reconocer el bien y el
mal, una conciencia dada por Dios y un conocimiento interior,
ciertamente de grados diversos, como sea, sabe distinguir el bien del
mal. Con tal conciencia cada ser humano puede llegar a la
bienaventuranza.
- ¿Qué pasa con las personas que se suicidan?. ¿alguna vez te visitó una de esas almas?
- Las almas que vienen a mí son sólo almas del
Purgatorio. Por lo tanto, hasta hoy, nunca encontré el caso de un
suicida que se haya perdido; eso no significa que no las haya. Pero
algunas almas me dicen que con frecuencia son más culpables aquellos que
han estado alrededor de ellas, porque han sido negligentes o han
difundido calumnias.
A este punto pregunté a María si las almas se
arrepienten de haberse suicidado, y María me respondióque si, pero me
dijo que, con frecuencia, el suicida es una persona enferma. Con todo,
las almas se arrepienten porque, apenas ven las cosas a la luz de Dios,
comprenden, en un solo instante, todas las gracias que les estarían
reservadas a ellas durante el tiempo que aún les quedaba por vivir, y
ven todo el tiempo restante (meses o años), y todas las almas que
hubiesen podido ayudar ofreciendo el resto de su vida a Dios; y lo que a
ellas les causa mayor dolor por su pasado es ver el bien que hubiesen
podido hacer y que, en cambio, no hicieron porque abreviaron su vida.
Pero, si la causa del suicidio fue una enfermedad, el Señor, sin duda,
no lo tiene en cuenta.
- María, quisiera preguntarte si almas de personas de otras religiones, por ejemplo judíos, han venido a visitarte
- Sí, y están en la felicidad. Quien vive bien su fe
está en la paz; pero es a través de la fe católica que se gana mucho más
para el Cielo.
- ¿Existen religiones que son malas para las almas?
- No, pero ¡hay tantas religiones en la tierra!. Los más
cercanos a la fe Católica son los ortodoxos y los protestantes. Hay
muchos protestantes que recitan el Rosario; pero las sectas son muy, muy
malas. ¡Hay que hacer de todo para salir de ellas!
- María, ¿hay sacerdotes en el Purgatorio?. (Aquí veo que María alza los ojos al Cielo como para decir: "¡Ay de mí!...").
- Sí, hay muchos. Esos no han colaborado para tener
respeto por la Eucaristía, y entonces toda la fe sufre. Con frecuencia
están en el Purgatorio por haber descuidado la oración, y su fe ha
disminuido; pero es también cierto que muchos de ellos han ido
directamente al Paraíso. Un encuentro inolvidable para mí fue aquel con
un sacerdote cuya mano derecha era negra. Le pregunté la causa: "Hubiera
tenido que bendecir más", me dijo. "Di a todos los sacerdotes que
encuentres que deben bendecir mucho más: ellos pueden dar numerosas
bendiciones y conjurarían las fuerzas del mal ".
- Bien, ¿y qué le dirías a un sacerdote que quisiera vivir verdaderamente según el corazón de Dios?
- Le aconsejaría de rezar mucho al Espíritu Santo y de recitar cada día el Rosario.
- María, ¿hay niños en el Purgatorio?
- Sí, pero para ellos el Purgatorio no es muy largo ni muy penoso, porque a ellos les falta el pleno discernimiento.
- Pienso que algunos de ellos han venido a encontrarte.
Tu nos contabas la historia de aquella niñita… el alma más pequeña que
has visto; era una niñita de 4 años. Pero ¿por qué estaba en el
Purgatorio?
- ¿Por qué?. Esta niñita había recibido de sus padres,
como regalo de Navidad, una muñeca. Tenía una hermana melliza, que
también había recibido una muñeca. Y he aquí que esa niñita de 4 años
había roto su muñeca y entonces, a escondidas, sabiendo que nadie la
veía, fue a poner esa muñeca rota en el lugar de la de su hermana, y a
hacer así el cambio, sabiendo muy bien, en su corazoncito, que habría
ocasionado muchísimo dolor a su hermana; se daba cuenta que eso era un
engaño y una injusticia. Por esta causa pasó por el Purgatorio.
Sí, los niños con frecuencia tienen una conciencia más
viva que la de los adultos, y es preciso sobre todo luchar contra la
mentira; ellos son muy sensibles.
- María, ¿cómo pueden los padres ayudar en la formación de la conciencia de sus hijos?
- Sobre todo con el buen ejemplo: es lo más importante; y
luego con la oración. Los padres deben bendecir a sus hijos e
instruirlos bien en las cosas de Dios.
- Lo dicho es muy importante. ¿Te han visitado almas
que, sobre la tierra, practicaban perversiones?. Pienso, por ejemplo, en
el campo de la sexualidad.
- Las almas que he conocido (todas del Purgatorio), no
se han perdido, pero deben sufrir mucho para purifìcarse. En todas las
perversiones está presente la obra del Maligno. En modo particular en la
homosexualidad.
- ¿qué consejo darías a todas esas personas que son tentadas por la homosexualidad, que tienen en ellos esas tendencias?
- Les diría de rezar, rezar mucho, para tener la fuerza
de alejarse. Sobre todo hay que orar al Arcángel san Miguel, pues es él,
por excelencia, quien combate contra el Maligno.
-¡Oh, sí el Arcángel san Miguel! ¿Y cuáles son las
tendencias del corazón que pueden conducir a la pérdida de nuestra alma,
a la pérdida definitiva de nuestra alma, es decir al infierno?
- Es cuando no se quiere ir hacia Dios, es decir cuando se dice decididamente: "¡Yo no quiero!"
Te agradezco por esta aclaración. Y aquí te quisiera
contar que, sobre este argumento, he interrogado a Vicka, una de las
videntes de Medjugorje, que me decía también ella que al infierno (¡y
ella al infierno lo ha visto!), van únicamente aquellos que deciden de
ir allí, y no es Dios quien los manda. Al contrario, El suplica al alma
de acoger Su Misericordia. El pecado contra el Espíritu Santo del que
habla Jesús, y que por tanto no es perdonado, es el rechazo radical de
su misericordia, y eso en plena luz y en plena conciencia. Yo señalo que
Juan Pablo IIlo explica muy bien en su encíclica sobre la Misericordia;
pero también en esto podemos hacer mucho, por medio de la oración, por
las almas que están en peligro de perderse.
- María, ¿tendrías algún testimonio al respecto?
- Un día me encontraba en el tren. En mi compartimento
había un hombre que no terminaba de criticar a la Iglesia, a los
sacerdotes y hasta de ofender a Dios. No cesaba de maldecir, y yo le
dije: "Usted no tiene el derecho de decir todo eso, ¡no está bien!".
Llegada a mi estación, mientras bajaba los dos peldaños de la
escalerita, dije sencillamente a Dios: "¡Señor, que esta alma no se
pierda!...". Algunos años después el alma de este hombre vino a
visitarme y me contó de haber estado a la orilla del Infierno y de
haberse salvado sólo por la oración que yo había hecho en aquel momento.
Sí, es extraordinario ver como tan solo un pensamiento,
un impulso del corazón, una sencilla oración por alguien, pueda
impedirle de caer en el infierno, porque es el orgullo que hace ir al
infierno. Y el infierno es eso: es el obstinarse a decir NO a Dios; pero
nuestras oraciones pueden suscitar, en quien muere, un acto de
humildad; y sólo un impulso de humildad, por mínimo que sea, tiene tanta
fuerza como para hacemos evitar el infierno.
- Un alma me contó: "No habiendo observado las leyes de
tránsito, me maté a causa del golpe, mientras iba en motocicleta en
Viena”. Le pregunté: "¿Estabas preparada para entrar en la eternidad?".
"No lo estaba, agregó, pero Dios da dos o tres minutos para que se
puedan convertir a cuantos pecan contra de él con insolencia y
presunción. Y sólo quien lo rechaza es condenado". El alma continuó con
su comentario interesante e instructivo: "Cuando uno muere en un
accidente, las personas dicen que era su hora. Es falso: eso se puede
decir sólo cuando una persona muere no por su culpa. Pero según los
designios de Dios, yo hubiera podido vivir aún treinta años; entonces
hubiese transcurrido todo el tiempo de mi vida". Por eso el hombre no
tiene el derecho de exponer su vida a un peligro de muerte, salvo en
caso de necesidad. Un médico vino un día a lamentarse que debía sufrir
por haber acortado la vida de sus pacientes con inyecciones para que no
sufrieran más. Dijo que el sufrimiento, soportado con paciencia, tiene
para el alma un valor infinito; se tiene el deber de aliviar los grandes
sufrimientos, pero no el derecho de acortar la vida con medios
químicos. En otra ocasión vino una mujer. Confesó: "He debido sufrir
treinta años de purgatorio porque a mi hija no la he dejado ir al
convento".
- María, ¿no te parece increíble que alguno pueda llegar al punto de decir NO a Dios en el momento de la muerte, cuando lo ve?
- Bien, por ejemplo un hombre me dijo que no quería ir
al Cielo; ¿y saben por qué?. Porque, según él, Dios permite los injustos
y las injusticias... Yo le dije que esto lo hacen los hombres y no
Dios. Me respondió: Espero no encontrar a Dios, después de la muerte,
porque entonces le romperé la cabeza con un hacha". El tenía un odio
profundo contra Dios; pero Dios deja al hombre su voluntad libre; podría
impedir esta voluntad, pero no, quiere dejar a cada uno su libre
elección. Dios da a cada uno, durante la vida terrena y en la hora de la
muerte, muchas gracias para convertirse, aun después de una vida
transcurrida en las tinieblas; pero si se pide perdón sin cálculo,
ciertamente podemos salvarnos.
- Jesús dijo que es difícil, para un rico, entrar en el
Reino de los cielos. Tú, personalmente, ¿has visto a veces casos de este
género?
- Sí, si hacen buenas obras, pero obras de caridad, si viven el Amor, entonces pueden llegar a ser como los pobres.
- Y ahora, María, actualmente, ¿te visitan las almas del Purgatorio?
- Sí, dos o tres veces por semana.
- Quisiera saber qué piensas sobre las prácticas de
espiritismo; por ejemplo cuando se llaman a los espíritus de los
difuntos, se hacen girar las mesas, etc.
- ¡No es bueno!. Con frecuencia es el diablo quien hace mover las mesas.
¡Oh, si, es importante decirlo!. Hay que hacer saber
esto a la gente; pues hoy, por desgracia, estas absurdas prácticas
espiritistas aumentan cada vez más...
- Ahora, te ruego, acláranos, ¿existe una diferencia
entre lo que tú vives con las almas de los difuntos y las prácticas de
espiritismo?
- No es lícito llamar a las almas. Yo no busco su
venida; vienen por sí solas, con el permiso de Dios. En el espiritismo,
en cambio, se evocan a los espíritus, se los llaman. Pero es el demonio
quien viene, fingiendo ser el alma de ése o de aquél. A veces se
presenta bajo falsas apariencias, sin ser llamado.
- Tú, personalmente, ¿has sido alguna vez engañada por
falsas apariciones?. Por ejemplo, por el diablo que se hace pasar por un
alma del Purgatorio para hablarte?
- Sí, una vez un alma vino a verme y me dijo: "No
recibas al alma que vendrá después de mí, porque te pedirá demasiados
sufrimientos. Eso no está a tu alcance. Nunca podrás hacer lo que te ha
de pedir “. Entonces quedé turbada. Me acordé de lo que me había dicho
mi párroco que había que acoger a cada alma con generosidad, y yo
estaba, por cierto, habituada a la obediencia. De repente pensé dentro
de mí: "¿Acaso no podría ser el demonio quien esté aquí ante mi, y no un
alma del Purgatorio?. ¿No será el demonio que se ha camuflado?...".
Dije entonces a aquel hombre: "Si eres el diablo, ¡vete de aquí”. En
seguida pegó un fuerte grito y huyó. Y efectivamente, el alma que vino
luego de él era un alma que tenía mucha necesidad de mi ayuda y era en
verdad importante que viniese a verme y que yo la escuchase.
- Cuando el diablo aparece, ¿el agua bendita lo hace huir siempre?
- Lo molesta mucho y con frecuencia huye.
- En la actualidad, María, eres muy conocida, sobre todo
en Alemania, en Austria y aun por toda Europa, gracias también a tus
conferencias y a tu libro. Pero en los comienzos vivías del todo
escondida. ¿Cómo es que, de la noche a la mañana, la gente ha reconocido
que tu experiencia sobrenatural era auténtica?
- ¡Oh! Fue cuando las almas comenzaron a pedirme que suplicara a sus familias para que restituyeran un bien mal adquirido.
A este propósito, María me contó varias testimonios.
Sería demasiado largo referirlos. Pero, muchas veces, diversas almas han
venido a verla para decirle: "Ve a mi familia, en tal pueblo (y ese
pueblo ella no lo conocía), para decir a mi padre, a mi hijo, a mi
hermano que restituyan tal propiedad, tal suma de dinero, tal objeto
que, en tal lugar y en lo de fulano, me he procurado de mal modo, y así
yo seré liberada del Purgatorio cuando ese bien sea restituido".
Entonces María refería todos los detalles de ese campo, de aquella suma
de dinero, de tal objeto, de aquel vestido así y así, y las personas
quedaban sorprendidas viendo que ella conocía todos esos particulares,
porque algunas veces las mismas familias no estaban al corriente de que
aquel bien hubiese sido mal adquirido por sus parientes. Fue por tales
hechos que María comenzó a ser muy conocida.
- María, ¿existe un reconocimiento oficial de la Iglesia
con respecto al carisma que ejerces hacia las almas del Purgatorio, y
también hacia aquellos que son alcanzados con tu apostolado?
- Mi Obispo me ha dicho que, hasta que no haya errores
teológicos, yo debo continuar: Mi párroco, que es al mismo tiempo mi
guía espiritual, confirma también él estas cosas.
- Te quiero hacer una pregunta, que puede parecer
indiscreta. Tú has hecho tanto por las almas del Purgatorio que, sin
duda alguna, cuando te toque morir, miles de almas te escoltarán hasta
el cielo. Imagino que tú ciertamente no habrás de pasar por el
Purgatorio, ¿No es así?
- ¡Oh!. No creo que iré al Cielo sin Purgatorio, porque
yo he tenido más luz, más conocimiento, y por tanto mis culpas son más
graves. Pero espero igualmente que las almas me ayudarán a subir al
Cielo.
- Si, por cierto. Y tú, María, ¿estás contenta de tener
este carisma, o bien es para ti una cosa pesada y fatigosa todos esos
continuos pedidos por parte de las almas?
- No, no me lamento de las dificultades, porque sé que
puedo ser de mucha ayuda para ellas; puedo ayudar a tantas almas, y soy
feliz de poder hacerlo.
- María, te agradezco, también en nombre de los
lectores, por esos hermosos testimonios. Pero consiénteme de hacerte una
última pregunta, Para que podamos conocerte mejor, ¿podrías contarnos,
en pocas palabras, algo de tu vida?
- Cuando era niña, quería entrar en un convento. Mi
madre me decía de esperara a que tuviese 20 años. No quería casarme. Mi
madre me hablaba mucho de las almas del Purgatorio y, ya, desde cuando
frecuentaba la escuela, esas almas me han ayudado mucho. Entonces yo me
decía que debía hacerlo todo por ellas. Terminada la escuela, pensé ir
al convento. Entré en las Hermanas del Corazón de Jesús, pero, luego me
dijeron que era demasiado débil de salud para poder permanecer con
ellas. En verdad, cuando era pequeña, había tenido una pulmonía y una
pleuritis. La Superiora confirmó que yo tenía vocación religiosa, pero
me aconsejó que entrara en una orden más fácil y esperara algún año más.
Yo, en cambio quería ingresar en una orden claustral y en seguida.
Después de otros dos intentos, la conclusión fue la misma: era demasiado
débil de salud. Entonces me dije que para mí entrar en el convento no
era la voluntad del Señor. He sufrido mucho, moralmente, y me decía: "El
Señor no me ha mostrado lo que quiere de mí".
Esta espera duró para mí hasta la edad de 25 años, es
decir hasta el momento en que Dios me ha confiado esta tarea de orar por
las almas del Purgatorio. ¡Me había hecho esperar 8 años!. En mi
familia éramos 8 hijos. Yo trabajaba en casa, en nuestra estancia, desde
los 15 años. Luego fui a Alemania, como doméstica en la familia de un
campesino, y después he trabajado aquí, en la estancia de Sonntag. A
partir de los 25 años, cuando comenzaron las visitas de las almas, he
tenido que sufrir mucho por ellas. Ahora estoy mejor físicamente.
Habla su confesor y director espiritual
Habiendo leído, recientemente, un informe sobre María Simma enviado por el Padre Alfonso Matt (director espiritual de la vidente) al Obispo de su Diócesis, considero útil agregar, para los lectores, estas otras breves noticias.
María Simma (la segunda de ocho hijos), ha nacido el 5 de febrero de 1915 en Sonntag (Vorarlberg), en Austria, de una familia pobrísima. El padre, José Antonio (18 años mayor que su esposa, Luisa Rinderer), por varios años se ganó la vida como cuidador y campesino de su hermano. Durante la primera guerra mundial fue cartero, luego obrero vial y bracero, luego jubilado. Con su mujer y sus ocho hijos fue a vivir en una vieja casa que había recibido en herencia de un buen anciano, maestro carpintero. A causa de la gran pobreza de la familia, los hijos, desde muy jóvenes, trabajaron y se ganaron el pan: los varones como obreros y las muchachas como niñeras. María Simma desde su juventud fue muy piadosa y frecuentó asiduamente los cursos de instrucción religiosa organizados por su párroco. Luego debió alejarse de su pueblo para trabajar en varios lugares.
Quería hacerse religiosa pero, como ya sabemos, el Señor
ha tenido otros proyectos sobre ella. En el informe del párroco se lee
que ella "consagró su virginidad a la Virgen e hizo esta consagración a
María en favor sobre todo de los difuntos"; se ofreció a Dios,
haciéndolo con voto "como alma víctima, víctima de amor y de expiación".
El párroco refiere que en varias ocasiones, y por diferentes modos,
ella se ofreció como víctima para ayudar a los difuntos, con
sufrimientos voluntarios a veces terribles, gracias a los cuales abrevió
las penas de innumerables almas. Además de los sufrimientos ofreció a
Dios continuas oraciones, misas y penitencias.
Desde la muerte de su padre, acaecida en 1947, vive sola
en la casita paterna y, para proveer a las necesidades de la vida,
continúa, a pesar de la edad a cultivar su huertita. Vive así en
pobreza, ayudada por la gente caritativa. No pide nada, todo lo hace
gratuitamente; y si alguno le deja ofrendas, las envía íntegramente a la
Curia, para la celebración de misas, para obras caritativas y, sobre
todo, para las Misiones.
Formas de ayudar a las almas del Purgatorio
El párroco, en su informe, hace resaltar que la acción desarrollada por María Simma no es sólo ayudar, ella misma, a los difuntos, como siempre lo hizo, sino también hacerse celosa promotora de la ayuda de los vivos a las almas del Purgatorio y a los moribundos. En todos sus encuentros con la gente, y también en las páginas de su diario, siempre indicó, con insistencia, los medios de ayuda, pedidos también por las mismas almas: misas, Rosarios, ofrecimiento de los sufrimientos, Vía Crucis, obras caritativas; entre estas, sobre todo, ayuda a las Misiones que, a decir de las almas, son de grandísima eficacia para los difuntos. Se indican luego medios menores de ayuda que s suscitan nuestra sorpresa y curiosidad, y por eso quiero referirlos, en parte, textualmente:
"EI encender velas ayuda a las almas: ante todo porque
esa atención de amor les da una ayuda moral: luego porque las velas son
benditas y disipan las tinieblas en las que se hallan las almas. Un niño
de 11 años, de Kaiser, pidió a María Simma que orase por él. Estaba en
el Purgatorio porque, el día de los fieles difuntos, apagó en el
cementerio las velas encendidas en las tumbas y robó la cera para
diversión. Las velas benditas son de mucho valor para las almas. El día
de la Candelaria, María Simma debió encender dos velas por un alma,
mientras soportaba por ellas sufrimientos expiatorios "."Echar agua
bendita mitiga los sufrimientos de los difuntos. Un día María Simma
pasando echó agua bendita por las almas. Una voz le dijo: "¡Mucho más
aún! ".
"Todos los medios no ayudan a las almas de la misma
manera. Si durante su vida alguno tiene poca estima por la Misa, no le
aprovechará mucho cuando estará en el Purgatorio. Si alguno no tuvo
corazón durante su vida, recibe poca ayuda. quienes pecaron difamando a
los demás deben expiar duramente su pecado. Pero quien en vida haya
tenido un buen corazón, recibe mucha ayuda ".
"Un alma que había descuidado de asistir a Misa, pudo
pedir ocho Misas para su alivio, porque durante su vida mortal había
hecho celebrar ocho Misas por un alma del Purgatorio".
No hay comentarios:
Publicar un comentario