lunes, 2 de julio de 2012

Tres heridas de mi Corazón




(De los escritos de Luisa Picarreta)
Alma mía. Entre tantas heridas que contiene mi Corazón hay tres heridas que me dan penas mortales y tal acerbidad de dolor, que sobrepasan a todas las demás heridas juntas, y estas tres son:

La primera herida de mi Corazón son las penas de mis almas amantes:
Cuando veo a un alma toda mía, torturada, conculcada, dispuesta a sufrir aún la más dolorosa muerte por Mí, Yo siento sus penas como si fueran mías ¡y tal vez más! En esta primera herida entra en primer lugar mi querida Madre. ¡Oh! cómo su Corazón traspasado por causa de mis penas se derramaba en el Mío y Yo sentía a lo vivo todas sus heridas. Y al verla agonizante por causa de mi muerte, Yo sentía en mi Corazón lo acerbo y la crudeza de mi martirio y sentía las penas que sufría el Corazón de mi Madre, y mi Corazón moría junto a su Corazón traspasado por el dolor de mi martirio. En esta herida entran todas las almas que sufren por causa mía y sólo por amor a Mí.

La segunda herida mortal de mi Corazón es la ingratitud:
La criatura con la ingratitud cierra su corazón de tal forma que mi Corazón se hincha porque quiere derramar gracias y amor y no puede, pues la criatura me ha cerrado la puerta y la ha asegurado con la cerradura de la ingratitud. Y Yo voy en delirio, puedo decir que enloquezco sin la esperanza de que esta herida me sea curada, pues la ingratitud me la va haciendo siempre más áspera, dándome una pena mortal y amarguras indecibles.

La tercera herida de mi Corazón es la obstinación:
¡Que herida tan mortal a mi Corazón! La obstinación es la destrucción de todos los bienes que he hecho para la criatura, es la firma de la solemne declaración que la criatura hace de no conocerme y de no pertenecerme más. Es la llave del Infierno al que la criatura va a precipitarse, y mi Corazón siente el desgarro, se me hace pedazos y me siento arrancar uno de esos pedazos. ¡Qué herida mortal es para mi
Corazón la obstinación!

Alma mía, entra en mi Corazón y toma parte en estas heridas mías, compadécete de mi despedazado Corazón y suframos y recemos juntos.

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