Beata Ana María Taigi, foto tomada en Abril del 2011. Iglesia de San Crisógono, Roma.
El 31 de agosto de 1816, ella oye de Nuestro Señor:
“Oh Roma, Roma. Hijos criminales. ¨¿Ignoráis el bien que os hice?… Tomo nota de vuestra respuesta… Pero cuando Mi Padre Celestial de la orden… Amada Mía: verás como terminará Roma.
“Sabe que ahora caen como la nieve las almas en el infierno… que lloren y sollocen amargamente… No se puede llamar ya a Roma la Santa… Tú los ves, lo ves claramente con tus propios ojos… Viven como bestias. Los hombres… No buscan aquí abajo más que el lujo, placeres y satisfacciones… y se dejan llevar de toda clase de deseos culpables… Y muchos se me quejan todavía de no poder llevar el peso de sus miserias. Pero si yo pudiera hablarte… quisiera abrirte Mi Corazón… Me vengaré… en ellos” (Mons. Sallotti, págs. 169-170) [*].
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[*] Este texto da la impresión de estar muy truncado; no se explican esas continuas interrupciones con puntos suspensivos; inclusive hay frases que, de ese modo, no parecen formar nexo.
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Según el Cardenal Sallotti, que tuvo acceso a todas las actas del proceso de beatificación, Nuestro Señor le mostró las tramas de las fuerzas secretas contra el alto clero. En una ocasión Él le dirigió palabras de fuego contra los sacerdotes que contaminaban los altares. Ella vio también el futuro castigo y al fin el triunfo de la Iglesia; Dios quiere purgar la tierra y su Iglesia, para lo cual está preparando una plantación nueva de almas desconocidads que operarán grandes y sorprendentes milagros (Mons. Sallotti, págs. 300-340).
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