En la constante y prodigiosa intervención de la Santísima Virgen María en favor de sus hijos ocupa un lugar de predilección su aparición a Santiago el Mayor a orillas del Ebro, en Zaragoza, España.
Santiago Apóstol, habiendo recorrido todo el norte de España predicando el Santo Evangelio, no había obtenido mucho fruto, sólo había convertido a siete personas, que tomó como discípulos.
Desanimado por la situación se dispuso permanecer toda una noche en oración junto con sus compañeros para obtener gracias para su apostolado. Transcurría la noche del 1º al 2 de enero del año 40 cuando los siete discípulos, vencidos por el cansancio, terminaron por dormirse; el Apóstol Santiago continuó solo en oración.
Al mismo tiempo oraba la Santísima Virgen María en su oratorio del monte Sión, en Jerusalén. Presentándosele su glorioso Hijo le comunicó su voluntad de que fuese a visitar a Santiago y ejectase todo cuanto le dictaba su inspiración.
Santiago Apóstol, habiendo recorrido todo el norte de España predicando el Santo Evangelio, no había obtenido mucho fruto, sólo había convertido a siete personas, que tomó como discípulos.
Desanimado por la situación se dispuso permanecer toda una noche en oración junto con sus compañeros para obtener gracias para su apostolado. Transcurría la noche del 1º al 2 de enero del año 40 cuando los siete discípulos, vencidos por el cansancio, terminaron por dormirse; el Apóstol Santiago continuó solo en oración.
Al mismo tiempo oraba la Santísima Virgen María en su oratorio del monte Sión, en Jerusalén. Presentándosele su glorioso Hijo le comunicó su voluntad de que fuese a visitar a Santiago y ejectase todo cuanto le dictaba su inspiración.
Un coro de Ángeles la colocaron en un brillante Trono de Luz y la llevaron a Zaragoza cantando alabanzas a Dios y a su Reina. Otros Ángeles formaron una imagen suya de una madera incorruptible y labraron una columna de mármol de jaspe, que le sirvió de base.
El Apóstol vio venir a la Santísima Virgen llevada por los Ángeles. Absorto por maravilla tan asombrosa, veneró a la Madre de Dios con la mayor humildad y rendido agradecimiento.
Grande fue su alegría al ver a la Madre de su Señor, y mayor aún cuando la Santísima Virgen le habló anunciándole que su predicación en España no sería estéril, como hasta ese momento le había parecido; sino que esa semilla que él había esparcido por la predicación daría abundantísimos frutos.
Le prometió, además, que en España habría siempre gente que guardaría la fe.
Finalmente, le pidió que edificara allí un oratorio en su honor, erigiendo por título su imagen sobre la columna trabajadas y traídas por los Ángeles, asegurándole que éstas permanecerían hasta el fin del mundo, que aquel templo sería su casa y heredad y que prometía su espacialísima protección a cuantos la venerasen en él.
Luego de llenar de celestiales bendiciones a su discípulo, los angélicos ministros la llevaron nuevamente al oratorio de la casa de Sión, quedando uno de los Ángeles para custodio de la Imagen, de la Columna y de la basílica que habría de construir Santiago.
Finalmente, le pidió que edificara allí un oratorio en su honor, erigiendo por título su imagen sobre la columna trabajadas y traídas por los Ángeles, asegurándole que éstas permanecerían hasta el fin del mundo, que aquel templo sería su casa y heredad y que prometía su espacialísima protección a cuantos la venerasen en él.
Luego de llenar de celestiales bendiciones a su discípulo, los angélicos ministros la llevaron nuevamente al oratorio de la casa de Sión, quedando uno de los Ángeles para custodio de la Imagen, de la Columna y de la basílica que habría de construir Santiago.
El Apóstol quedó muy alentado con esta visión; continuó predicando en España y al cabo de poco tiempo marchó hacia Jerusalén, no sin haber enviado antes a sus siete discípulos para que San Pedro los consagrase obispos. Estos son los que conocemos con el nombre de los “siete varones apostólicos”, los siete primeros obispos de España.
En Jerusalén, Santiago el Mayor sufrió el martirio al ser decapitado por el rey Herodes en el año 42.
El 13 de octubre de 1640, la ciudad de Zaragoza hizo voto solemne de guardar fiesta el 12 de octubre en memoria de la Venida de la Virgen y del Descubrimiento de América.
En Jerusalén, Santiago el Mayor sufrió el martirio al ser decapitado por el rey Herodes en el año 42.
El 13 de octubre de 1640, la ciudad de Zaragoza hizo voto solemne de guardar fiesta el 12 de octubre en memoria de la Venida de la Virgen y del Descubrimiento de América.