
"Conoce el buey a su amo, y el asno, el pesebre del dueño. Israel no conoce, mi pueblo no recapacita" (Is 1,3).
Este texto de Isaías fue uno de los que inspiraron a San Francisco de Asís, allá por el año 1223, para realizar la primera representación del belén.
San Francisco entendió que la presencia del buey y del asno en la representación del belén esconde una velada referencia al dolor de Dios por no verse acogido por la humanidad, representada en los habitantes de Belén: "Vino a su casa, y los suyos no le recibieron" (Jn 1, 11).